La intranquilidad de mi ánimo
es indicativo
de algún peso en la conciencia,
indicativo fidedigno
-aciago indicativo-
de que lo que hago
realmente me importa.
Martillea el perfeccionismo
en el yunque de mi memoria,
ese hecho inconsciente
colado sin intención
con sello rutinario
firmado, sin embargo,
como tantas otras muestras de
orgullo,
que no ceja en su empeño de
mostrarse,
pedir mi parte de culpa
de su estado deforme.
No se puede salir indemne de
todo.
Los retos exigen una prenda:
bondades que masacran el tiempo
y alivian el alma,
y pesadumbres que exigen sólo
dolor y rabia.
A lo que me fascina a menudo lo
cubre
una máscara sumamente delicada.
Cientos
de trabajos innombrables, bastos,
mil veces
ejecutados, a los que no dedico
un mínimo interés.
Todo evoluciona. Y la búsqueda de
algo nuevo,
de la diversidad, del
reconocimiento,
desestabilizan la consistencia
-por soberbia-
de la experiencia, y la rúbrica.
Nunca se termina de aprender, cada día se aprende algo nuevo.
ResponderEliminarAbrazos alados, Juanito.
¿Es una autocrìtica a tu forma de actuar?
ResponderEliminaro es una fòrmula para entenderte a ti mismo...sea lo que quieras decir has escrito un relato genial.
un fuerte abrazo
fus
Unos sentimientos muy intensos los que transmites en estos versos. Siempre estamos aprendiendo, aunque a veces sea doloroso.
ResponderEliminarUn beso,
Margarita
La más segura certeza debe ser la mayor de las dudas, Diana. Siempre hay que estar con orejas de conejo, abiertos a lo que quiera que sea.
ResponderEliminarUn abrazo
Sí en su momento, Fus -lo escribí hace años-. Cuando abandonaba mentalmente el mundo de lo que creía bajo control para adentrarme en éste nuevo mundo, ya descubierto por tantos. Un modo de darme ánimo.
ResponderEliminarUn abrazo
No doloroso, Margarita, sino que frena la rutina para activar ese modo de vida tan maravilloso que capitanea la incertidumbre.
ResponderEliminarUn abrazo