juanitorisuelorente -

jueves, 27 de diciembre de 2018

EL AMOR VIEJO (Teatro)

(Imagen de la red)


















PERSONAJES:

.-JACINTA, Madre.

.-ROSAURA, hija.

.-FLOR. hija.

.-SALVADOR, padre.

.-PABLO, amante de Jacinta.

.-JOAQUÍN, amante de Rosaura.

.-D. NICOLÁS, marido de Rosaura.

.-FEDERICO, marido de Flor.

.-IVAN, hijo de Flor.

.-ENRIQUE, hijo de Flor.

.-DON JOSÉ, el doctor.

.-DON LUIS, el cura.

.- VECINAS, 1, 2, 3.






ACTO 1

(Bailén, años 70. Cae la tarde en esta casa de 

la calle Iglesia, frente a la Iglesia La 

Encarnación. En el salón, Jacinta y sus dos 

hijas, Rosaura y Flor, cosen.)


JACINTA: Flor, me ha dicho Isabel que te ha visto 

por Las escalericas de Nuestro Padre Jesús. Sabes 

que está siempre apegada a la ventana y me lo 

cuenta.

FLOR: Mamá, era temprano y iba a Mazarro.

JACINTA: Ya, pero sabes que no quiero que pases 

por allí. Es un lugar solitario y la gente murmura.

FLOR: Pero mamá, por allí pasa mucha gente. Me he 

cruzado con Rosalía.

JACINTA: ¿Con Rosalía? Esa niña es muy 

sueltecilla, no te juntes con ella. Además, sus padres 

no son de buena tinta.

FLOR: Vale, mamá.

JACINTA: Mira a tu hermana, y aprende de ella. 

Nadie ha tenido nunca que decir ni una cosa ni otra.

ROSAURA: Mamá, Las escalericas han cambiado, 

son un sitio como otro. Deja a la niña.

JACINTA: No, Rosaura, que le das un dedo y te 

coge la mano, la tienes todos los días allí. Recuerda 

aquello que me pasó de mocita.

ROSAURA: Mamá, eso pasa en cualquier parte.

JACINTA: Ya, pero Isabel es una chismosa, y no 

quiero que esté tu hermana en boca de nadie.

ROSAURA: La niña no hace nada para eso.

JACINTA: Cuando esté bien casada, como pronto lo 

estarás tú, que vaya por donde quiera.

ROSAURA: Sí, mamá.

JACINTA: Por cierto, hace mucho rato que salió tu 

padre. No puedo pensar que se caiga, o le pase algo.

ROSAURA: Estará en la plaza, mamá. Es temprano.

JACINTA: Ya, pero lo veo muy torpe, hay que estar 

encima de él. A su edad cualquier golpe mal dado se 

lo lleva.

ROSAURA: Flor, ve a la plaza a ver como está papá.


(Flor deja la costura sobre la mesa, y sale 

canturreando.)


ROSAURA: Mamá, no seas tan posesiva, los 

tiempos cambian. Ella no piensa como tú ni como yo.

JACINTA: Eso es lo malo, que no piensa. Un día nos 

traerá a un loco, como ella, y eso no lo voy a 

consentir.

ROSAURA: Es muy niña, mamá, ya echará asiento.

JACINTA: Ya, pero no como yo quisiera. Cuando 

habla del amor la veo aún más niña, más indefensa, 

y eso la deja a merced de hacer una locura, y de la 

que luego se arrepentiría toda una vida.

ROSAURA: Solo está en la edad del pavo, mamá.

JACINTA: ¿Tú crees? No sé. Me he dado cuenta que 

mira a un hombre mayor como a un padre y no 

como marido. Ya sabes que estoy siempre a lo tonto 

dándole consejos. Una debe buscar la estabilidad, 

para ser una señora, y eso no lo da una persona de 

tu misma edad, con tantos sin oficio ni beneficio, sin 

tener donde caerse muertos.

ROSAURA: Hay de todo, mamá.

JACINTA: ¡No digas! Que tú ibas por ese camino 

con el Joaquín ese, y suerte que apareció Don 

Nicolás con un mundo en la cartera.

ROSAURA: Ya.

JACINTA: No lo dices muy convencida.

ROSAURA: No, sí, sí, el hombre está bien.

JACINTA: ¡Digo!, ¿bien? Dos cortijos y treinta mil 

olivos. Serás una reina, hija mía.

ROSAURA: Que sí, mamá.

JACINTA: El amor son dos días locos, luego igual te 

da uno que otro, y no es lo mismo ser criada que 

señora. A mí me llamaban loca porque tu padre me 

llevaba cuarenta años, y míralas, todas trabajando a 

sus años y siempre sin una peseta.

ROSAURA: (Clavando la mirada en la ventana) A lo 

mejor en el fondo son felices con lo que tienen.

JACINTA: ¡No digas tonterías! ¿Qué felicidad puede 

haber en la pobreza? El amor es un invento para los 

pobres, para que no piensen en su cruz.

ROSAURA: Puede que el amor sea la verdadera 

riqueza.

JACINTA: ¡Calla, calla! No pongas eso en tu boca. Y 

menos a un mes de tu boda.

ROSAURA: Vale, mamá.

JACINTA: No vas a encontrar nada mejor. Y a ver si 

lo vas a estropear con esas dudas que tienes. Es 

verdad que a lo mejor al principio cuesta, pero una 

cierra los ojos y el mal trago pasa en cinco minutos. 

Luego la vida es tuya.

ROSAURA: (Respirando hondo) Vale, mamá, lo que 

tú digas.


(Abren la puerta, y entra Flor despacio, 


sujetando a su padre que a duras penas puede 

andar.)


FLOR: Mamá, estaba dormido y no se quería venir.

JACINTA: ¿Dormido?, ¿no tienes tiempo con dormir 

de noche?

SALVADOR: Mujer, el solecico da morrina, y de mi 

edad ya no queda nadie. Antes me daba compaña el 

Manuel, el pobre.

JACINTA: Pues a la casa de uno.

SALVADOR: Mujer, ¿ya quieres enterrarme en vida?

JACINTA: Ya no eres un niño, Salvador, que 

mañana haces noventa y cinco, y cualquier día te 

caes y nos buscas una ruina.

SALVADOR: ¿Una ruina? En esta casa yo soy la 

única ruina.

FLOR: (Con gesto de enfado) ¡Papá, no digas eso! 

Si te pasa algo me muero.

SALVADOR: (La abraza como puede) ¡Si no fuera 

por ti y tu hermana!

ROSAURA: (Deja la costura y se levanta a abrazarle)

¡Yo no quiero que te pase nada, papá!, ¡te quiero 

mucho!

SALVADOR: ¡Y yo a vosotras!, ¡a las dos igual!


(Se suma Jacinta al abrazo.)


JACINTA: ¡Yo también os quiero, hijas mías!, ¡si no 

fuera por vosotras!










ACTO 2

(Salvador está en una habitación de cuerpo 

presente. Comienza a llegar gente a la casa. En 

la habitación contigua, Jacinta y sus dos hijas, 

están de negro riguroso.)


VECINAS, 1, 2,3: (Al unísono) ¡Cuanto lo siento, 

Jacinta!, ¡me acabo de enterar!, ¡dame un beso, hija 

mía!, ¡ay, niñas!

JACINTA: (Las besa) ¡El pobre mío ya descansa! (y 

con rabia) ¡por su culpa descansa!

ROSAURA: ¡Mamá, por Dios!

VECINA 2: A ver, Jacinta, las cosas pasan porque 

tienen que pasar.

JACINTA: Le dije que se caería, que él no tiene que 

salir, y mira que fin ha tenido.


(Entra más gente, van dando el pésame y buscando 

acomodo. Entra un señor y Jacinta da un respingo.)


JACINTA: (Le besa) Gracias por venir, Pablo.

PABLO: ¿Puedo verle?

JACINTA: Sí, vamos.


(A la habitación del difunto entran Pablo y Jacinta. 

Allí, a solas, él la abraza y besa en los labios.)


JACINTA: (Le empuja) ¡Aquí no, tonto!

PABLO: (La vuelve a besar, y ella no se resiste) Te 

amo, Jacinta, ya no habrá nada que nos impida estar 

juntos.

JACINTA: (Sin soltarse de sus brazos) ¡Calla, loco! 

Ahora podrás menos. Solo faltaba que alguien nos 

viese. Dejarás un tiempo de verme.

PABLO: ¡Ni lo sueñes!

JACINTA: Sí. En un tiempo no quiero que te 

acerques a mí. Luego ya veremos.


(Entra Flor de improviso. Jacinta se suelta de Pablo y 

deambula nerviosa por la habitación.)


FLOR: Mamá, ha llegado el Padre Luis.

JACINTA: ¿El cura?, ¡ya para qué!, ¡tarde, como 

siempre!, ¡tu padre ya no necesita a un cura!, ¡me 

va a oír!

PABLO: Tranquila.


(Se va Flor.)


JACINTA: Y tú ya sabes, aléjate de mí.

PABLO: Te amo, Jacinta, no lo olvides.

JACINTA: ¡Amor, amor!, ¡Dios, la cruz de toda mi 

vida! Yo no necesito amor. Yo solo necesito... 

morirme.


(Intenta salir, pero Pablo la coge del brazo y vuelve a 

besarla.)


PABLO: No tardes mucho. La vida se nos va.


(Jacinta sale. Le dan el pésame más personas. Se le 

acerca D. Luis.)


DON LUIS: Dios lo acoja en su gloria, Jacinta.

JACINTA: No con su ayuda, Padre. Le estuve 

esperando aunque su muerte fuese en el acto. Pero, 

fresco, me hubiese gustado su extremaunción.

DON LUIS: Estuve indispuesto. Algo que comí me 

sentó mal. No podía salir de casa.

JACINTA: Ya, ya. Excusas.

DON LUIS: No se enfade. Su marido era muy 

religioso. Ya tiene el cielo ganado.

JACINTA: Entonces su extremaunción es 

innecesaria, Padre.

DON LUIS: No ofenda a Dios. Le daré mi bendición. 

Antes o después surte el mismo efecto.

JACINTA: (con sarcasmo) Y que lo diga, Padre.


(Llega D. Nicolás, con garrota y quejumbroso. A 

Jacinta se le ilumina la cara.)


DON NICOLÁS: Señora mía, mi más sentido 

pésame.

JACINTA: ¡Oh, D. Nicolás, muchísimas gracias por 

venir! (Llama a Rosaura, al tiempo que empuja a 

Don Luis a la habitación del difunto) ¡Aquí está mi 

niña! (Se acerca también Flor. D. Nicolás besa a las 

dos).

DON NICOLÁS: Siento mucho lo de vuestro padre, 

una irreparable pérdida.


(Las dos hacen pucheros, y lloran.)


JACINTA: Niñas, por Dios.

DON NICOLÁS: Es normal, deje usted que se 

desahoguen.

JACINTA: A ver, D. Nicolás, mi niña también llorará 

por la boda. Habrá que...

DON NICOLÁS: No se preocupe, no es momento de 

eso. La fatalidad es hora la que dicta su voluntad. 

Cuando acabe el luto ya celebraremos la boda.

JACINTA: No esperaremos tanto, D. Nicolás. Ya 

hablaremos.


(D. Nicolás se sienta a duras penas al lado de 

Rosaura. Jacinta entra a la habitación del difunto, 

donde sigue Pablo, y D. Luis ya acabado su 

extremaunción. Pablo le coge la mano a Jacinta, y 

ella se deja.)


DON LUIS: (Tras hacer al difunto la señal de la 

cruz) Dios le lleve al camino eterno.

JACINTA: Ha sido un buen hombre, Padre.

DON LUIS: (Mirando a Pablo con recelo) La deja a 

usted en la flor de la vida.

JACINTA: No creo, Padre. A mis cincuenta y cuatro 

ya he tenido junto a él toda la vida que necesitaba.

DON LUIS: Jacinta, el amor es niño y nunca debe 

hacerse viejo.

JACINTA: ¿Llama usted a mi amor viejo?

DON LUIS: No. el suyo es muy niño, le brilla en los 

ojos.


(D. Luis sale. Pablo y Jacinta se miran. Él intenta 

besarla, pero ella se zafa y sale, busca acomodo al 

lado de sus hijas. Pablo también sale y se sienta 

frente a Jacinta sin dejar de mirarla. Entra a la casa 

un joven algo nervioso, se acerca a Jacinta y a sus 

hijas y las da el pésame.)


JACINTA: (Susurra a Rosaura) ¿Quién es?

ROSAURA: Es el hijo de Federico, el fontanero que 

nos trabaja.

FLOR: (Atenta) Se llama Federico.

JACINTA: (Con ironía) Estás muy informada.

ROSAURA: (Con reproche) ¡Mamá!

JACINTA:No, si no digo nada. No lo he visto nunca 

me ha extrañado que tu hermana le conozca.

FLOR: Vamos al mismo instituto, mamá.

JACINTA: (En voz baja) Pues no quiero que hables 

con él.

ROSAURA: Mamá, no es sitio para hablar de eso.

DON NICOLÁS: La juventud tiene alas, señora mía.

JACINTA: (Enérgica) ¡Mi hija no!, las tendrá cuando 

se case como Dios manda, y no con cualquiera.


(Flor, con aire de rebeldía, se levanta y se acerca a 

Federico.)


FLOR: ¿Quieres ver a mi padre?

FEDERICO: Sí.


(Entran a la habitación. Jacinta les sigue con la 

mirada. Dentro, y a solas, Federico la besa.)


FEDERICO: Cariño, no le caigo en gracia a tu madre.

FLOR: (Devolviéndole el beso) Da igual. No me 

importa lo que diga. Yo te quiero.


(Se besan apasionadamente. En ese momento entra 

Jacinta y les ve.)


JACINTA: (Enérgica) ¡Joven, salga de esta casa, y 

no vuelva a poner los pies en ella!


(Flor se aleja zapateando y llorando.)












ACTO 3

(Ha pasado un año. Falta una semana para la 

boda de Rosaura y D. Nicolás. En el salón de la 

casa, Jacinta y dos dos hijas, cosen.)



JACINTA: ¡Que hartura de Semana Santa!, ¡estoy 

ya de trompetas y de tambores hasta el gorro!, 

¡quién nos mandaría vivir enfrente de la iglesia!

ROSAURA: No digas tonterías, mamá. Vivimos en el 

mejor sitio de Bailén. Muchas quisieran.

JACINTA: ¿Y tus nervios? Ya mismo serás una 

mujer casada. El ramo de rosas que te trajo D. 

Nicolás es precioso.

ROSAURA: Sí, no está mal.

JACINTA: ¿Mal?, En esas rosas se huele el amor 

que D. Nicolás te tiene. Y el bolsillo, que cualquiera 

no puede pagarlas.

ROSAURA: Será.

JACINTA: Por cierto, desde hace días veo al Joaquín 

aquel (y ante el gesto de extrañeza de Rosaura) sí, 

aquel chico de mala muerte del que estuviste 

prendada, ¡válgame Dios, hija mía! (y sigue) pues le 

veo pasar mucho por esta calle o salir de la iglesia. 

Me ha parecido raro. Incluso nos hemos cruzado y se 

permite mirarme con cierta desfachatez. ¿No habrás 

hablado con él?

ROSAURA : (Con gesto de enfado) ¡No, mamá, no! 

Ya me lo has preguntado cien veces. No, mamá.

JACINTA: Espero.

FLOR: Mamá no hay hilo rojo, me hace falta. Dijiste 

que ibas a comprar carne para hoy. Llégate de 

camino. Yo no puedo dejar esto.

JACINTA: Vaya. Por tus narices hay que comer hoy 

carne, y queda cocido de ayer, pero bueno (Mira la 

hora en el reloj de pared, y se levanta) Voy a la 

plaza del mercado y paso por Los Canos antes de 

que cierren. ¿Falta algo más?

ROSAURA: Pues... trae una madeja de gris...y otra 

de azul marino.


(Jacinta se sacude la ropa, y se marcha.)


FLOR: Un día te va a pillar.

ROSAURA: Calla loca. Y ten cuidado tú, ¿crees que 

no te veo?

FLOR: Lo que no entiendo es por qué te casas con 

ese viejo. Si no puede ni andar, josu.

ROSAURA: A ver, es una cojera de nacimiento. Y no 

es tan viejo.

FLOR: ¿Que no?, claro, solo te lleva cuarenta y dos 

años. Es como acostarte con un abuelo.

ROSAURA: Pues como papá y mamá. Ellos se 

llevaban cuarenta años.

FLOR: ¿Y tú lo ves normal? Yo jamás haré eso. No 

me casaré con nadie por dinero, ni siquiera de mi 

misma edad. Y luego mira lo que hacéis.

ROSAURA: Cuidado, mocosa, con lo que dices.

FLOR: No me callo. No me casaré con un abuelo 

porque esté forrado para acostarme con Federico a 

escondidas, como haces tú con Joaquín.

ROSAURA: Yo no me acuesto con nadie, no te 

pongas eso en la boca. De que lo salude a veces a 

acostarme va un mundo.

FLOR: No me engañas. El día que mamá fue a 

Linares, y creías que yo había salido, estuviste con él 

en tu cuarto. Te sentí gemir como una loca.


(Rosaura la abofetea. Luego la abraza, y lloran.)


ROSAURA: No se te ocurra decir nada a mamá.

FLOR: ¿Sabes?, Ese Pablo viene cuando vamos a 

clase de baile. ¿Recuerdas el día que falté, bueno, 

varios, con la excusa de que me dolía la cabeza? 

Pues no. Venía a ver. Y estaban en la cama. Y no 

solo ahora. También viviendo papá. Llevan años 

juntos.

ROSAURA: Ya.

FLOR: ¿Ah, lo sabías? Y aún así la dejas hacer su 

santa voluntad. Eres tonta de remate.

ROSAURA: Mamá jamás aceptará a Joaquín, y Don 

Nicolás me da pena. Es muy recto y formal. Aún no 

me ha dado ni un beso en la boca.

FLOR: ¡Qué asco!

ROSAURA: No, no creas. No durará mucho. Está 

pachucho. Y fíjate luego. ¿Sabes?, yo a Joaquín lo 

amo, no es solo deseo, pero está sin trabajo, vive 

con una hermana, y yo sería su criada.

FLOR: Eso te dice mamá. Pero nosotras tenemos 

dinero y no necesitas que él trabaje.

ROSAURA: No, así no. ni él aceptaría eso. Es 

demasiado hombre. Yo me casaré con Don Nicolás, 

vale, pero lo llevaré en mi corazón hasta que esté 

viuda.

FLOR: ¡Vaya una esperanza!, ¿y si dura lo que papá?

ROSAURA: No creo.

FLOR: ¿Y si os descubre, y te llena de vergüenza?

ROSAURA: Tendré cuidado.

FLOR: Pues que sepas que yo me casaré con 

Federico, aunque sea pobre como una rata. Yo le 

amo, y él a mí,y eso es lo único que importa.

ROSAURA: ¡El amor, el amor!, ¡ay!, ¡ser esclava o 

señora!, ¡vivir, o morir un tiempo en vida para nacer 

a vivir de nuevo!, ¡ay!

FLOR: Te compadezco, hermana. Tu amor me sabe 

viejo, ha nacido viejo. Y el mío muy niño, y deseo 

envejecer con él.

ROSAURA: Yo no amo a Don Nicolás, solo le tengo 

aprecio. Me trata bien, me regala muchas cosas.

FLOR: Lo que haces es un engaño, y a ti misma. Los 

mejores años de tu vida entre arrugas y babas, y 

quizá hasta te haga un hijo.

ROSAURA: No creo.

FLOR: ¿No crees?, bueno, puede que no suyo, 

¿acaso crees que papá es nuestro padre?



(Rosaura vuelve a abofetearla, a abrazarla, a llorar 

con ella.)


ROSAURA: No lo sé, hermana, ni quiero saberlo.


(Tocan a la puerta. Abre Flor.)


DON NICOLÁS: Buenos días, linda Flor, ¿están su 

hermana y su santa madre?

FLOR: Buenos días, Don Nicolás. Mi madre ha 

salido,está mi hermana.

DON NICOLÁS: Me marcho entonces, su madre me 

había citado.

FLOR: No, no, pase usted, mi madre no tardará.

DON NICOLÁS: (Cojeando y quejoso) Bueno, 

vengo, además, a traerle a mi niña un regalo.

FLOR: Pase, pase (y bajito) ¡uf, como huele!

ROSAURA: (Haciéndose la sorprendida) ¡Oh, Don 

Nicolás, buenos días! (se besan en la cara) Aquí 

bordando mis últimos pañuelos,¡qué hartura!

DON NICOLÁS: (Tose casi sin consuelo) Pero están 

preciosos. Como todo lo que tocan sus manos.


(Flor hace mohínes a sus espaldas. Rosaura sonríe.)


DON NICOLÁS: Hoy estoy como el tiempo. No me 

asiento. Igual tengo frío que calor, y mis huesos 

renquean.

ROSAURA: No se preocupe usted, que ya llegará el 

verano.

DON NICOLÁS: Eso espero,que algo me alivia.

ROSAURA: Pues con este tiempo raro no salga 

usted de casa. Yo por usted, que conste, que, ¡por 

Dios!, encantada de que venga a verme.

DON NICOLÁS: Es que sabe usted, el otro día al 

irme vi en Casa Lola una pinza de plata, preciosa 

para el pelo,y se la compré, y hoy me he decidido a 

traérsela.

ROSAURA: ¿Sí?, ¡oh, Don Nicolás, qué detalles 


tiene usted! Me tiene loca.


(Flor sigue haciendo burla a espaldas de Don 

Nicolás.)


DON NICOLÁS: ¡Bah, no es nada!, un simple alfiler. 

Yo quisiera regalarle un mundo, pero todo llegará.


(Don Nicolás busca, tembloroso, la cajita del alfiler 

en el bolsillo de la chaqueta, y al sacarla se le cae al 

suelo. Rosaura se agacha y la abre.)


ROSAURA: ¡Oh, Don Nicolás, es precioso! (le besa 

en la cara) ¡Gracias!

DON NICOLÁS: Temía que no le gustase, que mi 

gusto no fuese de su edad.

ROSAURA: Tiene usted muy buen ojo. El gusto no 

tiene edad. Lo luciré con mucho cariño.

DON NICOLÁS: (Girándose a Flor) También me he 

acordado de usted, linda Flor. Le traigo unos dulces 

de la confitería de María.

FLOR: (Con bamboleo) Pues conmigo no ha 

acertado. No me gustan los dulces.

DON NICOLÁS: ¿No? Pues creía que sí. El otro día 

le gustaban.

FLOR: Pues...he cambiado de opinión.

ROSAURA: ¡Flor, no seas desconsiderada!

FLOR: (Los acepta) Vale, muchas gracias, Don 

Nicolás, por el detalle. Pero no me gustan los dulces.

DON NICOLÁS: Bueno, déjelos para su santa 

madre.

FLOR: (Con sorna) Si quiere les dejo un rato a solas.

DON NICOLÁS: (Tose) ¡No, por Dios!, ¡qué pensaría 

su madre!, además, si tarda he de irme. He 

comprado otra finca y he de ir al notario.


(Tocan a la puerta. Abre Flor, y entra Pablo)


PABLO: Buenas tardes, perdonen si molesto, ¿está 

Jacinta?

FLOR: (Sin dejar de mirarle de arriba a abajo) No, 

ha salido. Pase usted.

PABLO: No, si no está me marcho.

FLOR: De ninguna manera. Pase y la espera usted, 

no tardará.

PABLO: (Nervioso) Ella me ha citado, pero si no 

está...

FLOR: Pues con más motivo. Pase y siéntese.

PABLO: (Entra al salón) Buenas tardes, Rosaura, 

Don Nicolás.

DON NICOLÁS: (Tose) ¡Hombre, a usted quería yo 

verle!

PABLO: Pues no sé. Diga usted.

DON NICOLÁS: Hoy firmo para comprar la finca 

que le alinda. Y quería saber si está interesado en 

vender.


(Don Nicolás y Pablo siguen hablando de sus cosas, 

bajo la mirada esporádica de Rosaura. Flor pasea 

algo nerviosa por la habitación. Tocan a la puerta y 

va a abrir. Es Joaquín. Don Nicolás y Pablo no 

reparan en él, hablando de sus asuntos.)


FLOR: Pasa, Joaquín.

JOAQUÍN: (Le cuesta articular palabra) Me ha 

citado, Jacinta, su madre

FLOR: Pasa. No está, pero no tardará.

JOAQUÍN: (Entra al salón) Buenas tardes.


(Rosaura da un salto de la silla.)


FLOR: (Le ofrece una silla) Siéntate.

JOAQUÍN: (Balbuceando) No entiendo qué puede 

querer su madre.


(Rosaura se levanta, y empuja a su hermana a una 

habitación.)


ROSAURA: (Muy nerviosa) ¿Esto es obra tuya?, a 

mamá no se le ocurriría llamarle. ¿Qué intentas 

hacer?

FLOR: (Con aplomo) Nada. Lo que debió hacer 

mamá cuando tenía mi edad con su madre. Seré una 

niña, pero soy más mujer que vosotras.

ROSAURA: Mamá te pegará por esto, lo sabes.

FLOR: (Con rabia) Mamá ya me pegó una vez, y no 

lo va a repetir.

ROSAURA: Vas a provocar un escándalo.

FLOR: No, si mamá no quiere. De ella depende. Yo 

soy mayor de edad y amo a Federico. No estoy 

haciendo nada malo.

ROSAURA: ¿Y Don Nicolás?, ¡Dios, loca, la vas a 

armar!

FLOR: ¡¡Miraa, loca tú!!!, él es un viejo y nunca 

debería haber puesto los ojos en ti. Podrías ser su 

hija. Así que asuma las consecuencias.

ROSAURA: ¡Me vas a arruinar la vida!

FLOR: Estas ciega, hermana. Abrázame, y no temas 

nada. El amor es un milagro, y no es ni esclavo ni 

nace viejo. Yo voy a casarme enamorada, igual que 

tú.


(Se abrazan y lloran.)


ROSAURA: Estas loca, loca, loca...


(Oyen girar la llave en la puerta. Entra Jacinta. Al 

entrar al salón da un grito.)


JACINTA: (Se repone, y sonríe a Don Nicolás) 

Buenas tardes, Don Nicolás (frunce el ceño al ver a 

Joaquín) ¿qué hace usted aquí? (Mira sorprendida a 

Pablo).

FLOR: Mamá... (sale del cuarto junto a Rosaura) 

tenemos que hablar...


(Tocan a la puerta. Va a abrir Rosaura. Entra 

Federico.)


FEDERICO: Buen...


(Jacinta emite un suspiro, y cae al suelo sufriendo 

un desmayo.)










ACTO 4. En una habitación está Don Nicolás en 

una cama con una bolsa de agua caliente en la 

cabeza y un termómetro en la boca. En la otra, 

Rosaura mece una cuna.)


ROSAURA: (Cantando) ¡Mi niño precioso, mi niño 

guapo, dormido está...!

(Golpea una piedra en la ventana.)

JOAQUÍN: ¡Shhhhhh...!, ¡cielo!

ROSAURA: (Se asoma) ¡Estás loco!, ¡mi marido 

duerme pero puede oírte!



(Le abre la puerta, y Joaquín entra.)



JOAQUÍN: ¡No puedo más, cariño!, ¡necesitaba 

verte, y a nuestro hijo!



(Se acerca a la cuna. Besa a Rosaura y coge al niño 

en brazos. Lo besa una y otra vez.)



ROSAURA: Tienes que irte. Va a venir mi madre. 

Me dijo que vendría esta tarde.

JOAQUÍN: (Mirando al cuarto) ¿Cuanto crees que le 

queda?

ROSAURA: No sé. El médico vino ayer y lo ve muy 

mal. Cree que tiene neumonía. Yo creo que no sale.

JOAQUÍN: Cariño, no puedo más. La gente ya 

murmura. Algo me ha dicho un amigo mío. Pero yo 

no puedo dejar de verte. Ojalá y se muera.

ROSAURA: No digas eso. Yo solo digo que cuando 

Dios quiera. Pero te necesito todos mis días, todas 

mis noches.



(Joaquín deja al niño en la cuna. Y se besan.)



DON NICOLÁS: (A duras penas) ¡Rosaura...!

ROSAURA: Vete, Joaquín, amor mío, vete... El 

martes nos vemos donde siempre, pero ahora vete, 

vete....



(Joaquín, reticente, se marcha.)



ROSAURA: (Se repone, y entra al cuarto) ¿Qué 

quería usted?

DON NICOLÁS: (Con esfuerzo) ¿Con quién 

hablabas?

ROSAURA: ¿Yo...?, con una vecina, por la ventana.

DON NICOLÁS: (Tose, y con un hilo de voz) Me ha 

parecido voz de hombre, Rosaura...

ROSAURA: No, no oye usted bien. Era María, que 

preguntaba por usted.

DON NICOLÁS: (Tose, estornuda) ¿Y nuestro hijo...?

ROSAURA: Muy bien. Usted no se preocupe. Usted 

ponerse mejor. A ver ese termómetro. (Lo mira) 

¡Uy, no bajan los treinta y ocho! Le cambiaré la 

bolsa,y le daré una pastilla para que se duerma un 

rato.



(Don Nicolás le coge la mano. Tose.)



DON NICOLAS: Rosaura, quizá me muera pronto, y 

quiero que me prometas una cosa. Todo lo mío ya es 

tuyo, del niño, pero no quiero que lo disfrute nadie, 

solo él y tú. (Tose) No quiero que te cases con nadie, 

Rosaura. (Tose durante un rato interminable) 

Prométemelo.

ROSAURA: ¿Pero qué cosas dice usted?, ¡ains! 

Usted se pondrá bien, no sé como se pone eso en la 

boca.

DON NICOLÁS: (Sin dejar de toser) Prométemelo...

ROSAURA: (Zafándose de su mano) ¡Pero como voy 

yo a casarme con nadie! Calle usted. Voy a 

cambiarle la bolsa.



(Sale del cuarto. Coge al niño en brazos, se acerca a 

la ventana, y llora.)



ROSAURA: ¿Por qué no te hice caso, hermanita?, 

¿donde estará ni Flor?, ¡no puedo más!, ya no lo 

soporto...



(Tocan a la puerta. Abre, y entran Jacinta y Pablo.)



ROSAURA: (Se acerca a su madre, y la besa) Hola, 

madre. (Le tiende la mano a Pablo) Hola, Pablo. 

Sentaros.

PABLO: Hola, Rosaura. Me alegro de verte.

JACINTA: ¿Cómo sigue tu marido?

ROSAURA: ¿Don Nicolás?, mal. Tiene neumonía. La 

fiebre no baja.

JACINTA: ¿Y el niño? (Se levanta y acerca a la 

cuna) ¡Qué preciosidad! (Se sienta) ¿Está bien?

ROSAURA: Sí.

JACINTA: ¿Y tú?

ROSAURA: Estoy bien, mamá.

JACINTA: Por tu aspecto das a entender otra cosa.

ROSAURA: (Molesta) Mamá, estoy bien. (Y algo 

alterada) ¿Cómo crees que puedo estar?

JACINTA: Pues no sé. Tienes a tu hijo y no te falta 

de nada.

ROSAURA: (Levantando la voz) ¡Tengo a un hijo 

preciosa, mamá, y me falta todo!,¡todo!,¡todo lo que 

tú ahora tienes!,¡lo que mi hermana tiene...! (Llora) 

¡Eso me falta, mamá!



(Jacinta se levanta a abrazarla, y ella se zafa de sus 

brazos.)



ROSAURA: ¡Déjame!

JACINTA: (Abatida) Nunca quise nada malo para ti, 

hija. Nunca es tarde. Yo quería tu felicidad, y nunca 

es tarde...

ROSAURA: ¡Lo es!, ¡nunca debí hacerte caso!, 

¡nunca, nunca...!



(Jacinta vuelve a intentar abrazarla, pero de nuevo 

se aparta.)



ROSAURA: ¡Déjame!, ¿de qué te sirvió estar con 

papá?, ¡Siempre le engañaste!, ¡el dinero, el maldito 

dinero...!, ¡lo quemaría todo, todo...!

JACINTA: Sé consecuente, hija mía. Ya está hecho. 

Don Nicolás es un buen hombre, tienes un hijo 

precioso...

ROSAURA: (Fuera de sí) ¡Que no es suyo!, 

¡demasiado lo sabes!, ¡otra vida, como la tuya, de 

mentira!



(Pablo, azorado, hace el amago de irse.)


ROSAURA: No, Pablo, no hace falta, ¿o debo 

llamarte papá?



(Jacinta tiene un amago de desmayo. Pablo la sujeta 

por la espalda.)



ROSAURA: ¿Otro desmayo? Ya no cuela, mamá.

JACINTA: (Levantando los brazos, sorprendida) 

¡Pero qué dices de Pablo!, ¿Pablo tu padre?, ¿de 

donde sacas eso, hija mía?

ROSAURA: Mamá, por favor, no mientas más. Pablo 

es mi padre, hace años que lo sé.

PABLO: Jacinta..., Rosaura, yo...

JACINTA: ¡Tú, cállate! Hija, eso es una infamia que 

no te voy a consentir. Que ahora estemos juntos 

nada tiene que ver. Yo nunca engañé a tu padre.

ROSAURA: (Enérgica)¡Mamá, sal de esta casa!, ¡no 

quiero volver a verte! Que sepas que no me importa 

quién sea en verdad mi padre, porque para mí es a 

quién he querido y me ha acompañado durante toda 

mi vida.

JACINTA: Pablo ha sido siempre un buen amigo, 

nada más. Al morir tu padre, a ver, la vida sigue, 

como algún día te ocurrirá a ti.

PABLO: Jacinta...

JACINTA: ¡Cállate!

ROSAURA: ¡Mamá, no te lo voy a repetir, sal de 

esta casa! ¡No volverás a mentirme!, ¡jamás!, ¡toda 

la vida te he respetado, algo que tú no has hecho 

conmigo ni con mi hermana!

JACINTA: (Mira al cielo y llora) ¡Mi niña!, ¡mi Flor!, 

¿donde estás, hija mía?, ¿adonde te fuiste?, ¡qué 

castigo, Dios!

ROSAURA: (Con rabia) ¡Un justo castigo!, ¡una vida 

de mentira, y una familia destrozada!, ¡maldigo el 

día en que te hice caso!, ¡jamás, jamás debí hacerlo! 

(Mira lejos) ¡Flor, hermana mía!, ¿donde estás?, ¡ni 

una noticia tuya, ni una carta!

JACINTA: ¡Daría mi vida por verla, hija mía!

ROSAURA: ¡Te morirás con esa pena!, ¡aquel día 

dijo que mientras vivieses jamás pisaría tu casa, y 

sé que lo cumplirá. ¡Aquel día que los echaste a 

todos y la abofeteaste!

JACINTA: (Absorta) Pero ese chico..., sin tener 

donde caerse muerto, un fontanero. Y mi hija con él, 

la pobre, una criada, una fregona, una pobre 

desgraciada.

ROSAURA: ¡Yo soy una pobre desgraciada!, ¿de qué 

me sirve lo que tengo?, ¿para qué? Amo a Joaquín, y 

estoy engañando a ese pobre hombre. Él tampoco se 

merece este engaño, como tampoco lo mereció 

papá. ¡Amo a Joaquín, mamá! Siempre le he amado. 

Es el padre de mi hijo. Dime qué sentido tiene esta 

farsa, este amor viejo, viejo, viejo... (Llora)

PABLO: Rosaura...

JACINTA: ¡Tú, cállate!

PABLO: (Se rehace) No, Jacinta no me callo. Ya es 

hora de que le pida perdón, aunque no lo merezca. 

Sí, Rosaura, he amado a tu madre desde muy niños, 

pero ella se empeñó en casarse con tu padre. Yo 

nunca he llegado a entenderlo. Yo no tenía un mal 

trabajo, hubiéramos vivido humildemente pero no 

nos hubiese faltado de nada. Así la tenía a ratos y 

eso me consolaba. Puede que sea tu padre, quizá, 

con toda probabilidad, y entendía aún menos la 

actitud de tu madre. No te pido tu perdón, no lo 

merezco, pero entiende que mi amor era verdadero, 

y cedí. Amaba de verdad, y cedí, acepté ese modo 

de vida. Te pido perdón también por alegrarme de la 

muerte de tu padre. Es lo que estuve esperando 

toda mi vida...,, toda mi vida, Dios, (llora) lo siento, 

lo siento...

ROSAURA: (Se acerca a Pablo y le abraza) ¡No 

pienso mal de usted!, ¿como voy a hacerlo si mi 

Joaquín está viviendo lo mismo?, pero aunque así 

fuese nunca sentiré que es usted mi padre. No se 

preocupe, tiene mi perdón.

JACINTA: Hija, yo...

ROSAURA: (Más serena) Mamá, no te lo volveré a 

repetir, sal de esta casa. Pase lo que pase no quiero 

volver a verte.

JACINTA: (Consternada) ¡Hija...!)

ROSAURA: Adiós, mamá.










Acto 5: En una habitación está Jacinta en la 

cama. En la otra está Don José, el doctor, con 

Rosaura.


ROSAURA: ¿Cómo la ve usted, Don José?

DON JOSÉ. Está estable, no se preocupe. El golpe 

fue muy fuerte, y suerte tuvo de salvarse. Tiene 

muchos hematomas y nada roto, gracias a Dios, 

pero el ánimo muy bajo. Parece como si no quisiera 

vivir. Ha sido un golpe duro el saber que Pablo ha 

muerto en el accidente. Ahora necesita todo el 

cariño del mundo, y tiempo para recuperarse. Si 

nota algo extraño me llama. Vendré pasado mañana

ROSAURA: Gracias, Don José.



(Don José se marcha)



ROSAURA: (Mirando por la ventana) ¡Dios, más me 

castigas!, ¡a mis veintiocho años y con la vida 

acabada! Don Nicolás resistiendo, nada puede con 

él,y ahora mi madre poniendo a prueba mi entereza, 

mi odio y mi repulsa, y Joaquín, ¡oh, mi amor!, 

trabajando lejos (Suspira) ¡Cuanto espero tus 

abrazos y tus besos!, ¡qué largos son mis días y mis 

noches!, ¡Solo mi niño, mi niño!, ¡por él, por él!, 

¡por el vivo y sigo adelante!, si no ya estaría muerta, 

muerta...



(Entra al cuarto. Su madre duerme.)



ROSAURA: ¡Cuanto daño te has hecho y nos has 

hecho!, ¡jamás te perdonaré!, para ti la vida solo 

tenía mañana, posición, seguridad, todo impostado, 

sin una muestra real de cariño, todo falso para que 

siguiéramos tu estela. Perdiste el presente, los 

detalles, los instantes, que son la esencia de la vida. 

Amaste a escondidas, y con el engaño a la luz. Pablo 

no te merecía, deberías haberle abandonado, como 

mi Joaquín tampoco me merece. No es amor, sino 

solo sacrificio lo que les pedimos. Tú y yo somos 

basura, no merecemos ni un minuto de felicidad. A ti 

ya te han castigado. Y yo no espero indulgencia. 

Aunque Don Nicolás muera jamás será lo mismo, 

nada será lo mismo. Ni siquiera nuestro hijo llevaría 

su apellido...


(Tocan a la puerta. Rosaura abre, y entran dos niños 

con alboroto, luego Flor y tras ella Federico.)



ROSAURA: (Incrédula y limpiándose los ojos con un 

pañuelo.) ¡¡¡Hermana!!!, ¡vaya, qué sorpresa! (Se 

abrazan y besan con efusividad) ¡qué alegría, 

cuantos años!

FLOR: (Sin dejar de besarla) ¡Diez años y dos 

meses!, diez largos años, hermanita.

ROSAURA: (A Federico) ¡¡Hola!! (Le besa) ¡Estás 

igual que la última vez que te vi! (y se gira) ¿y estos 

diablillos?

FLOR: El mayor Iván, seis años, y Enrique de cuatro.



(Rosaura como puede les frena en sus carreras y les 

da un puñado de besos.)



ROSAURA: Son preciosos, pero sentaros, sentaros...

FLOR: ¿Y mamá?

ROSAURA: En el cuarto. Duerme. Está muy sedada. 

Fue un accidente espantoso. Se salieron de la 

carretera y dieron varias vueltas hasta chocar contra 

un árbol. Pablo murió en el acto, y mamá tuvo 

mucha suerte, no tiene nada roto. Don José dice que 

tendría una recuperación muy lenta, y ya veremos 

como responde.

FLOR: Me llamó una amiga de Bailén. Solo a ella le 

dejé nuestra dirección y el teléfono.

ROSAURA: ¡Y yo sin saber de ti!, ¡cuanto me has 

hecho llorar!

FLOR: (Seria) Desde que te casaste no quise saber 

más de ti. Pero eres mi hermana y ella mi madre.

ROSAURA: (Intentando sonreír y cambiar el tema) 

bueno, ¿donde habéis estado?, quiero decir, 

¿donde vivís?, tú, Federico, ¿sigues en la fontanería?

FEDERICO: Sí, mi padre se jubiló, y yo he seguido 

con la empresa. Estamos en...

FLÓR: (Súbita) ¡¡No!!, calla, mi amor. Lo siento, 

hermana. No va a cambiar nada. He venido a ver a 

mi madre, algo que no se merece, pero aún tengo 

corazón. Tú estás aquí, y bueno, tampoco mereces 

ni que te mire a la cara. Pero eres mi hermana, y 

aún tengo corazón. A tu casa no habría ido a verte. 

Solo te deseo lo mejor.



(Rosaura gime)



FLOR: Solo te queda eso, llorar. Y seguir tu vida 

falsa.

ROSAURA: ¡Estoy tan arrepentida!, ¡tengo tantas 

ganas de morirme!, solo vivo por mi hijo, por mi 

hijo...

FLOR: ...que será de Joaquín.

ROSAURA: Sí.

FLOR: Mi amiga me dice que oye rumores. Y que es 

un niño precioso (le abre los ojos, y le sonríe).

ROSAURA: ¡Una prenda, hermana!, ya tiene nueve 

años, y es muy aplicado, prefiere los libros a los 

juegos...

FEDERICO: (A los niños) No toquéis nada...

ROSAURA: Déjales. Que jueguen, no importa si 

rompen algo. ¿Y Iván, y Enrique?, ¡qué guapos son!

FLOR: Iván va bien, pero es perezoso, le veo de 

fontanero.

FEDERICO: (Sonríe) ¡Vaya!, ¿me llamas perezoso?

FLOR: (Le acaricia) Tonto. A ti tampoco te gustaba 

estudiar y trabajando te ves. Que no digo que ser 

fontanero sea nada malo.

ROSAURA: El mío quiero que vaya a la universidad, 

que elija una carrera.

FLOR: (Tuerce el gesto) Claro, tú que puedes. De tu 

marido tiene el apellido, nosotros no podemos 

permitirnos eso.

ROSAURA: Perdona, hermana, no he querido...

FLOR: Da igual, nosotras también llevamos un 

apellido que no nos corresponde, aunque yo lo luzco 

con orgullo.

ROSAURA: Pablo era un buen hombre.

FLOR: Alguien que participe en eso para mí no 

merece llamarse persona.



(Rosaura gime)


ROSAURA: La culpa no fue suya.

FLOR: Tanto como la tuvo mamá, tanta como la 

tiene Joaquín.



(Rosaura se levanta enfadada, con gesto de enfado.)



ROSAURA: ¡A mí, y a mamá, insúltanos lo que 

quieras, pero no a ellos.

FLOR: Ellos son iguales que vosotras, unos falsos. 

Han destrozado su vida por nada. Mira a Pablo, por 

nada, por nada. Y tú llevas casada ya diez años, los 

mejores de tu vida.

ROSAURA:¡No puedo dar marcha atrás!, ¡ojalá y 

aquel día me hubiese ido contigo!, lejos, lejos... Con 

él no me hubiera importado trabajar, en lo que 

fuese...

FLOR: Todavía puedes.

ROSAURA: No, ya no. mi vida no me importa. 

Joaquín ha ido a Francia a la vendimia. Aquí no hay 

nada, ¿qué sería de mi hijo?, jamás sería nadie.

FLOR: (Con rabia)¿Ves? Eres igual que mamá. Sois 

despreciables. Os merecéis lo peor.

FEDERICO: ¿Cariño...!

FLOR: No, amor, es la verdad, aunque duela. 

Nosotros no tenemos nada. Vivimos en un piso 

pequeño. Nada nos falta pero no podemos 

permitirnos lujos, y ¿sabes?, soy feliz, muy feliz. Me 

iría contigo a donde fuese, debajo de un puente, 

porque te quiero, y el amor es lo más maravilloso 

del mundo. ¿qué somos sin amor?, no somos nada, 

no somos nadie. ¿qué sois vosotras?, bultos 

acomodados, personas que vivís sin esfuerzo, sin 

valores, mujeres que os habéis vendido por dinero, 

que os habéis ofrecido al mejor postor.

ROSAURA: (Llora) Lo sé, lo sé, y bien que voy a 

pagarlo.

FLOR: ¡Hermana, abre los ojos!, tienes veintiocho 

espléndidos años, huye de ese viejo, ahora mismo, 

coge a tu hijo y vendimia, friega suelos, o lo que 

haga falta, que para vivir no se necesita tanto si hay 

amor. Y tú lo tienes. No lo malgastes. Puedes, 

todavía puedes...

ROSAURA: (Llorando) No, ya no, ya no. mi hijo, por 

mi hijo. No puedo hacerle eso.

FLOR: (Se levanta, y hace gestos a Federico para 

que le acompañe) Vamos a ver a mi madre. (Se gira 

a su hermana) A mí no volverás a verme. Lo siento, 

hermana. Y te quiero, te quiero con toda mi alma, 

pero no, no puedo, así no. Sé lo más feliz que 

puedas, pero no, lo siento, lo siento, jamás volverás 

a verme.



(Flor y Federico entran en la habitación donde está 

Jacinta dormida. Permanecen unos segundos, y 

salen dirigiéndose a la puerta. Federico besa a 

Rosaura. Flor en cambio se va sin despedirse. 

Rosaura intenta coger a los niños para besarles, pero 

estos la evitan y se marchan corriendo tras sus 

pasos.)












Acto 6. Rosaura está en su casa sentada en una 

mecedora. En la otra habitación está Don 

Nicolás, visiblemente enfermo en la cama.)



ROSAURA: (Canturrea)

Aprendí de chiquitita

que el amor no tiene edad

porque jamás se necesita

que el amor sea de verdad.

(Se pone seria)

Buscando la libertad,

se encuentra la soledad...
(Se balancea. Pero bruscamente deja de cantar y 

camina por la habitación) Tus labios los tengo 

clavados en mis ojos. Un abismo es el mar a solas. 

Mi memoria desfallece encendida. Llevo algo en mí, 

donde aún soy yo misma...¡pero qué digo!, desvarío. 

(Mira lejos) Ya solo soy la madre de los espejismos, 

la soñadora de los paraísos de nieve. Madre, ¿desde 

el cielo me ves feliz? Soy tu mejor alumna, y la 

única, la última. Conmigo acaba todo. Y he sido 

mejor que tú. Mírale. (señala a la otra habitación) 

Ciento cinco años, resiste su corazón, y el mío está 

hecho pedazos. El suyo latiendo, y no le detengo con 

mis propias manos. Aquí me tienes, madre, a una 

jabata de cincuenta años luchando por nada, por 

nadie.

(vuelve a canturrear)

Aprendí de chiquitita

que el amor no tiene edad

porque amar no necesita

que el amor sea de verdad.

(rabia)

¡el amor, el amor!, ¡cielo para los que solo tienen 

corazón!, ¡los que disfrutan la ternura de un abrazo, 

la catarata de un beso!, ¡de los instantes que llenan 

las manos y que después te las vacían!, ¿qué hay de 

amor en no poder dar luego estabilidad, en no 

hacerte sentir a una altura debida?, ¿qué hay de 

amor fregando suelos viendo pasar a las señoronas?, 

¿donde está entonces el amor?, ¿para qué sirve 

luego?, estando baldada, partida de la cintura, 

derramada, desolada de ver a tus hijos con toda 

bajeza. ¡Los hijos, los hijos!, ¡mi hijo, mi niño! (Con 

suma rabia) ¡Otro como su padre!, ¡otro haragán 

que vive del sudor de su frente!, ¡otro que desea dar 

amor sin nada en las manos! (Llora) ¡Hijo, hijo!, 

¿donde estás?, ¿por qué reniegas de mí?, ¿por qué 

me has abandonado? (Se repone, con rabia) ¡Da 

igual, suda suda hasta que revientes! (Con lágrimas 

en los ojos)Y tú, mi amor, cuídale, cuídate, estéis 

donde estéis. Algún día lo mío será vuestro. Esta 

será vuestra casa, viviréis como señores. Yo velo por 

eso. Morirá Don Nicolás y todo será vuestro, 

vuestro... Cuando este pobre hombre muera, este 

hombre, este pobre hombre al que nadie ha querido, 

al que nadie ha amado nunca, porque su amor era 

viejo, viejo, viejo.... (Llora)




(Se cierra el telón)