Ahora que poco
sabe
de ardorosa
ternura
seguramente
respire mejor la
antigua mentira.
En un saco guardo
todas tus
promesas
para que
tiemblen juntas
de desengaños.
Deshojadas
como esclavas tuyas.
Burladas e
inquietas.
Ahora te nombro
solo
para matar tu
nombre.
Lo pienso matar
hasta que muera.
El asesinar un nombre no significa que mates los recuerdos.
ResponderEliminarPero supongo que eso ya lo sabe el poeta.
Besos.
Los malos recuerdos no mueren pero sí pueden enterrarse. Bajo tierra su grito sería más imperceptible.
ResponderEliminarUn abrazo Marinel
Depende, Juan: los nombres y los recuerdoss a veces es imposible enterrarlos, ellos rondan siempre tu almohada.Un abrazo
ResponderEliminarEste poema no iba por mí, sino por un noviete de paso. Ya sé que los recuerdos se alojan donde es imposible quitarlos, pero la juventud, hoy, es otra cosa, no sé el porqué.
ResponderEliminarUn abrazo Juan