Sin orientarte caminas y llegas
a cualquier sitio. Oyes la campana
de una iglesia, ves niños jugar,
viejos sentados
en una plaza, personas con prisa y sentido.
Alguien te mira extrañado porque
nada sabe
de ti y le mueve la curiosidad,
otros ni siquiera
se girarán a mirarte.
A ti tampoco te importa nadie,
tampoco la tierra porque no es
la tuya,
porque la tuya está lejos,
porque nada te ata a ninguna
parte.
(2004)
¡Cuántas veces he sentido esas sensaciones que tan bien describes en tu poema!
ResponderEliminarhe pasado mi vida laboral trabajando en diferentes pueblos y ciudades y en todas ellas notaba la mirada curiosa de viejos y mujeres curiosos que se preguntaban quién era yo, pero que no moverían un dedo por ayudarme. Ni yo a ellos; cada uno a su marcha, cada mochuelo a su olivo. Un abrazo, Juan.Qué lujo tener casita con chimenea.
Es difícil,cada vez lo es más,sentirse ligado a algo terrenal.
ResponderEliminarSólo el círculo privado de uno mismo se hace tangible y cierto.
Besos.
Lo material flota a nuestro alrededor, y lo humano con demasiada frecuencia lo acompaña. Buena parte de uno mismo, y de la familia, como dices, nos permite abrazar a lo cierto. Estamos más que nunca descolocados.
ResponderEliminarUn abrazo Marinel