A mí, desde pequeño, me enseñaron mis padres a ser
persona, a mirar al frente y a dar la cara –ha habido lugares donde no la he
dado, ni la doy, pocos es cierto, pero sólo porque previamente me la han
partido, metafóricamente hablando-, a ir
por la vida con la verdad que uno tiene y su modo de contarla, a ser tolerante,
a ir dejando a los demás su sitio, lugar inviolable al que cada cual tiene
derecho.
Bien.
En la vida hay momentos de todo tipo. Si cualquiera
echara la vista atrás encontrará de todo, desde lo sublime a lo más infame,
momentos de júbilo y de perpetuo arrepentimiento. Vería con toda claridad que
para santos no estamos destinados ninguno salvo que lo malo no se piense, o no
aparezca, o se logre barrer bajo la alfombra. Y es que no se puede ir solo de
bueno por la vida porque esta te hace o te dice tonto.
La vida es dura y de duros forma su tropa de élite.
Otros López son los lugares donde ha de ir colocando al resto. Y como somos
muchos y ha de haber de todo queda de consuelo que el tiempo es el juez que le
pone las cosas en su sitio, pero es que
a veces tarda y la prisa es pan de cada día y su tocino.
Maduros, solemos reflexionar sobre haberlo visto y
vivido todo, sobre los pocos secretos que nos quedan por descubrir de lo único
conocido de la existencia. Poco creemos que nos sorprenda.
Pero hay.
Y como de lo bueno dicen que se escribe poco –yo
añado que nada- voy a hablar de lo malo malo lo peor a que un ser humano puede
estar expuesto: a perder su dignidad. Creo, sin temor a equivocarme, que es el
peor delito no penado cometido contra uno mismo ya que logra un daño
irreparable.
Estamos viviendo momentos duros que ponen a prueba –y de qué manera- nuestro
aguante. Pero incluso en los momentos más duros el hombre haya razones para
seguir llamándose persona, para seguir siendo digno de llamarse persona.
La ética y la moral tienen su línea roja y
saltársela a la torera ya no permite el regreso porque sólo conduce a la selva,
a la selva del ser.
Y entonces se escuchó, un profundo rugido...
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Pero no de miedo...sino de pena.
ResponderEliminarUn abrazo Antonio