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Uno y uno son tres, papá: Tú, mamá y yo
Es un cachondo y tiene su lógica. A mí me hace feliz pero
también es un cabezota y el maestro se lamenta
porque no logra ni de coña que diga el resultado correcto, o sea: dos.
Es así en todo y tiene a quién parecerse.
Mi mujer dice que tiene mejores cosas que hacer que
escucharme a mí o al niño cuando la atosigamos con alguna urgencia y se
escaquea con un morro de escándalo.
Somos una familia feliz a pesar de todo. Cada uno vive a su
bola y es la
mejor manera para no enfrentarse.
Mi padre decía: “Tú, Juanito, a las mujeres sólo dale si no te piden”, que puede que no venga al
caso pero me acuerdo siempre y como a él le fue bien pues yo lo digo.
Guardo un buen recuerdo de mi padre y eso que no me hacía
mucho caso y era como si no tuviera padre. Él iba a lo suyo y yo a lo mío, me
tuvo y al fin y al cabo algo hizo por mí, después no hizo más y para qué darle
más vueltas. Sé que era un buen hombre por lo que contaban, que quería mucho a
mi madre los ratos de quererla, que quería con locura a su único hijo, o sea, a mí, ...más que…, un
día decía una cosa y otro día se le ocurría otra. Yo también le quería aunque
fuera de lejos. La cercanía conlleva conocerse y eso me pasaba con mi madre.
Sentía lástima por ella, una pena enorme enmarcada de indiferencia. Es una
persona débil y arraigada a su suerte, un ser inútil, con todas las virtudes
posibles y ninguna de las que yo busqué en una mujer. Por eso me enamoró Pilar
y ahora creo que buscaba en ella a mi padre y ahora sé que no pude elegir
mejor. Soy así. Soy un ser deshabitado, vacío de esas cosas superfluas que
proclama la gente y muy lleno de mí
mismo, un ser que ama apasionadamente el rato de amar y luego se retira unos
pasos para mirar a su amor y también poder mirar otras cosas.
A Pilar le ocurría lo mismo y yo al principio no me daba
cuenta. Éramos dos seres solitarios, hambrientos de cariño, pero con una
fortaleza amurallada a la que había que regresar a guarecerse. Pero lo
intentamos, somos una familia y más cuando nació Javi. Él hizo que retozáramos
largas tardes primaverales en el prado entre fortaleza y fortaleza. Nos
entrelazó con un hilo de seda que nos permitía alejarnos lo suficiente. Ella
asumió su rol de madre con un éxtasis comedido, yo el de sufridor padre, único
trabajador y jefe de mi multi empresa de servicios para proporcionarle a esa
criatura un amplio pedestal donde postularse. Fueron unos meses de: Pilar con
un muñeco nuevo, yo con un juguete nuevo. Era lógico y sólo cuestión de tiempo
que la balanza equilibrara el sentido común. Ella tenía un hijo, yo tenía un
hijo, ¿y qué?, mucha gente tenía hijos y no les veíamos babeando y con la
lengua a rastras. A Javi había que
enseñarle y de pequeño que es cuando más se apegan las cosas a la cabeza. Éste
mundo es para las personas fuertes y solitarias y eso no hay quién me lo ponga
en duda, nada de ñoñerías, amistades vanas ni besos de Judas, había que
enseñarle a ser duro y a mirar a su espalda, a no fiarse ni de su padre, aunque
me quisiera que yo eso sí quería.
Volvimos cada uno a centrarnos en lo nuestro, en nuestra
vida, en nuestro trabajo, mi Pilar en una tienda de ropa, creo, yo en mi multi
empresa, popurrí la llamo con chonga, y el niño con una tata, una mujer mayor,
que cobraba poco y de la que nunca recuerdo su nombre.
Javi ha crecido, es un tío grande, inteligente, tiene buenas
notas en su primer curso según me cuenta la tata. Dice ella que nos quiere y
eso me alegra. El otro día haciendo el amor a mi Pilar se lo comenté y se
emocionó un momento. Es hermoso sentirse queridos, amados como nosotros nos
amamos, saber que alguien en algún lugar, en algún momento puntual, nos quiere.
No hay palabras para definirlo, yo al menos no las tengo, más cuando hace unos
días me dijo papá.
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Uno y uno son tres, papá: Tú, mamá y yo
Se me cae la baba, no estoy acostumbrado, lo reconozco, un
hijo es…, no sé, y yo lo quiero, lo quiero…, ¡uf!
Pero los días pasan y entre la rutina ocurren cosas.
Ha muerto mi padre. Ayer vino alguien a decírmelo.
Hoy estoy sentado viendo un culebrón en la tele, un novelón
de esos donde las tías lo enseñan casi todo, recién llegado de su entierro y
aún no puedo creerlo, mi padre ha muerto, me repito, mi padre, mi padre, ya no
volveré a verle.
Últimamente le veía
poco, la verdad, y menos a mi madre; hacía años y la he visto hoy en el
entierro. Le presenté a Pilar y a Javi, su nieto, su único nieto, claro, y
lloró a moco caído. Está de pena, demasiado gorda y una chinita empuja su silla
de ruedas. Le pregunté que como estaba y no pudo ni contestarme. Es normal y
creo que la entiendo porque sé que quería mucho a mi padre.
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¿Quién es esa mujer, papá? – me cuchicheó Javi
después de besarla
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Es tu abuela, hijo – le dije con aplomo, para
qué mentirle
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¿Mi qué? – preguntó con una mueca graciosa
Se lo expliqué más tarde. Se quedó pensativo un momento y
luego no paró de hacer preguntas, ingenuas
pero ninguna fácil de responder. Yo a su edad me las hice y yo tuve que contestarlas, mi hijo no iba a ser menos.
Ahora estoy aquí sentado y no logro centrarme en la tele y
eso que la novela está en sus últimos capítulos que es donde se enreda más si
cabe y donde está a punto de desvelarse todo. Pilar está a mi lado, cerca, y
tampoco la sigue mordiéndose las uñas como acostumbra, en cambio mira nerviosa
por la ventana. Yo miro la ventana y no
hay nada, sólo espacio y cielo nuboso. Creo que intenta decirme algo. Hoy ha
estado muy rara, muy pensativa, hace días que se lo noto, también que habla y
se acerca a Javi, algo que pocas veces ha hecho.
La tata está con el niño. Le oigo jugar en el cuarto.
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¿Te ocurre algo? – le pregunto porque ella no
arranca
-
Sí, claro que me ocurre algo – estalla como una
bomba
Me quedo patidifuso. Espero un rato porque ha vuelto a
quedarse muda.
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Pero, Pilar – insisto – si no me lo cuentas cómo
voy a saberlo
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¿Qué voy a contarte si nunca te cuento nada? –
grita y vuelve a callarse
Tiene razón, que yo recuerde nunca me cuenta nada, que yo
recuerde no sé mucho de ella, diez años juntos y sé cosas, sus gustos, sus
vicios, pero no tengo ni idea de qué piensa, qué es lo que ansía de la vida,
que es lo que desea ofrecerle. Somos dos seres extraños, lo sé, nuestro amor es
atípico, eso está claro, es un amor puntual, gélido, a veces vaporoso, a veces,
las más, entrañable; sí, nuestro amor es
entrañablemente extraño, es así, raro, pero así.
Y todo fue bien hasta que nació Javi. Creo que él trastocó
sus esquemas y no los míos como ya he dicho.
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Quiero a mi hijo – susurra y me pilla de
improviso – no quiero otra cosa, a nada ni a nadie, sólo quiero a mi hijo
-
Pilar, a tu hijo le tienes, nadie va a
quitártelo – respondo balbuceando
-
No lo
entiendes, me das igual tú, me da igual ésta casa, me da igual todo pero quiero
a mi hijo
-
Vale, le quieres, pero ¿cómo?
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Quiero quererle, no verte más a ti, no ver más a
esa vieja gorda, quiero apretujarle contra mi pecho, irnos, irnos lejos, lejos, lejos
Vuelve a callarse. Mira por la ventana buscando algo. Ha
sido un arrebato, le ha pasado otras veces, cuando compramos el coche rojo, el
portátil de última generación, aquella botella de vino cosecha del 90; pataleó
y no me importó dárselo, sólo son cosas, deseables o no pero todas
prescindibles. Yo me apaño con el Ford Fiesta, con el ordenador mostrenco, con
una Cruzcampo fresquita, pero ahora es el niño y no sabe lo que dice, un niño
da compañía, demasiada compañía, y habla sin parar, habla demasiado …, y
incordia. Un niño es posesivo si ve un resquicio por donde colarse, además de
pidón, llorón, meón (ya menos), con esa
maldad genuina escudada en su inocencia que nos hace reír por no romperle la crisma. Eso es parte del lado malo. Indudablemente
hay algo bueno aunque ahora no caigo. Y ese lado bueno sabe bien si se bebe
gota a gota, pero cuando anuncia riada
está claro, un azote y con la tata. Así ha sido por mi parte y por parte de
Pilar hasta ahora.
La miro y sigue con cara de mula.
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Quiero a mi hijo, Juanito, quiero a mi hijo – me
arroja otra andanada
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Vale. ¿Le digo a la tata que te lo traiga? –
sonrío con cara de malo
-
No, así no, así no – dice gimoteando para
arrancarse a llorar como una loca
Es mejor dejarla, pero me irrito porque la novela se ha ido
al traste y no sé si Mercedes ha logrado que la perdone Alberto por haberse
acostado con su primo creyendo que era él al no distinguirlo por la oscuridad
del cuarto. Le pregunto a Pilar por si
ha pillado algo de rebote y no me responde, entonces enciendo un cigarro que sé
que le molesta por si se levanta y se marcha y me deja en paz. No lo hace y soy
yo quién se marcha.
Bajo a la calle y apuro el cigarro apoyado en el quicio de
la puerta. Luego enciendo otro distrayéndome con la gente que pasa, con las
mujeres por supuesto, no por nada.
Comienza a oscurecer
y chispea. Mañana es sábado y voy a tomármelo con calma. Ha sido una semana
agobiante en el trabajo y estoy cansado. Casi acaricio los cuarenta y lo noto,
ya no soy el de antes ni me apetece serlo, para mí y para el niño sobra con lo
que hago, más es gana de amargarse la vida y bastante tengo ahora con la manía
de Pilar y con lo de mi padre que no se me va de la cabeza.
La lluvia aprieta y la gente corre a refugiarse, creo que
voy a subir a ver cómo está el patio, retomaré un libro de Nietzsche o volveré
a escrutar los DVD…, o los VHS por si hay alguno que no haya visto.., o me haré
la cena…, o me acostaré sin más. No sé, desde hace un tiempo me aburro, mi vida
es monótona y comienza a ser absurda, no sé qué quiero, no sé qué deseo, bueno
sí, claro que lo sé pero no si lo quiero o lo deseo de veras; puede que me da
igual, puede que hoy sea un bajón por haber perdido a mi padre aunque nunca
haya tenido padre.
Voy a subir cuando oigo un golpe en la calle, el chirrido de
los frenos de varios coches, el deslizamiento de los neumáticos por la lluvia.
Alguien grita.
Salgo y hay un cuerpo tirado sobre un charco creciente de
sangre. Parece una mujer. Es una mujer. Es Pilar, mi Pilar.
No grito. No pienso. Me quedo en blanco pero me acerco y veo
que está muerta. No hay duda. Está boca arriba y tiene los ojos abiertos. Me
parece que miran lejos. Tiene el gesto ausente, los brazos en cruz como si
estuviera crucificada a la calle, o dibujada con un fondo rojo y gris, brilloso
por las luces de los faros. Me conmuevo, no sé, o no; puede que sienta lo mismo
que ésta gente que la mira rodeándola; o puede que tenga gesto de sorpresa, de
estupor supongo, aderezado por el hecho de ver a alguien conocido, alguien que
ha pasado por mi vida, a veces cerca, siempre lejos. No sé por qué lo ha hecho
pero estoy tranquilo. Dos meses visitando a un psiquiatra me liberan de toda
sospecha. Estaba loca. Loca de atar. No
sé si me importa, ¿puedo parecer un monstruo si no me importa?.
Llegan dos guardias.
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¿Alguien la conoce? – dicen casi a la vez
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Es mi mujer – respondo
La tata baja
histérica con el niño de la mano. Grita y me abraza, también el
niño. Balbucea y me dice cosas. Yo sé lo
que ha pasado aunque no la entienda. Imagino que no se puede robar lo que no es
tuyo. Nadie es de nadie pero el amor es como el estaño, el calor lo funde y se
suelda formando una masa informe. Ella sabía que no podía soldarlo. Era tarde
para eso. Yo no lo necesito de esa forma, de esa ni de ninguna forma.
La tata me aprieta y sin darme cuenta la noto como a una mujer. Noto su cuerpo
convulso bajo la bata. Un cuerpo flojo pero abundoso, agraciado.
Se llama María, ahora me acuerdo.
Es mayor, no demasiado. Rebobino y recuerdo que es viuda y sin hijos. Que a
veces me mira con cierta confianza. Quiere a Javi y eso se nota. Seguro que
Javi la quiere a ella como a una madre.
Como a la madre que nunca ha tenido.
Pienso.
Pienso con la actitud del superviviente en una isla
desierta. Hay que ceñirse a lo que hay. La soledad es dantesca. Yo no quiero
estar solo.
María me atrae. No sé cómo no me he dado cuenta antes. Y
puede ser una aceptable salida. Espero que acepte. Esperaré. Tampoco me
importará si no intimamos. Si no nos casamos me dará igual, en serio. Si sólo
me regala su compañía y cuida al niño. Creo que ella es realmente lo que
siempre he ido buscando, alguien que esté sin estar, que me mire sin verme, que
me cuide sin yo notarlo…
Me gustó muchísimo esta historia, llena de todo lo humano, de una enorme introspección.
ResponderEliminarUn abrazo.
Interiores, Halcón peregrino, egoísmo y la soledad que le sobrevuela.
ResponderEliminarNos sorprendería descubrir qué escondemos tras éstas máscaras.
Un abrazo
Has desnudado al personaje delante de todos tus seguidores y ahora ya no serà posible verle con otro bagage que no sea la realidad y sinceridad de sus sentimientos.
ResponderEliminarun fuerte abrazo
fus
Es uno de tantos interiores que imagino. Yo nunca me fío de las apariencias y este Juanito -por cierto no sé el porqué me empeño en llamar a la mayoría de mis personajes con mi nombre- no me las dio con queso.
ResponderEliminarUn abrazo Fus