juanitorisuelorente -

miércoles, 7 de diciembre de 2011

LO EVIDENTE


Éste silencio hiela.
Es denso.                                Se mastica.
           Puede cortarse en rodajas.

Es un silencio de sepulcro, pero enterrado vivo.
                                                                         Curiosa contradicción.

Y lo evidente es una realidad visible, palpable, una verdad que se expresa con palabras, palabras que construyen su hito.
Intentar negar la evidencia, intentar callarla con silencio, con trampas que la dejen en evidencia, con indiferencia, la cubre de un  deseo fullero, oscuro, pero no la frena. Porque ya anda sola por otros caminos. Caminos de paz y manos tendidas. Manos que no inclinan la balanza por el descrédito, el efecto de la influencia.

El que niega lo probable desprecia la incertidumbre, estorba, se pone delante sin más argumento que su presencia, sin más voz que la repetida en consenso: lo repudiado en ciernes, y por ende luego.
El que niega lo probable puede negar lo plausible, o nada, es cierto. Pero nadie es apto para eso, a no ser que ande por encima, y en lo que merezca la pena apoyarse.

En ésta ciudad tan sobrada de todo y tan falta de mucho prolifera el creído, el listo, el suficiente… y el servil. Prolifera lo impuesto como canon teledirigido por la labor abnegada, el sacrificio des/interesado.
En ésta ciudad tan sobrada de mucho y tan falta de todo bulle el amiguismo para aupar la estima y de paso los méritos, si los hubiere. Bulle la ojeriza, la malquerencia: ese señalar con el dedo, ese mutismo que abate paciencias, excita a la desidia, abre la puerta al mundo primitivo.

O añade fuerza innecesaria.

Valga esta apología de lo evidente para primar a los ir/responsables de ironía. Para regalarles una sonrisa de oreja a oreja con mi más realista saludo. Con mis deseos más flemáticos.

Y siga este silencio frío, que bien está para diciembre.

2 comentarios:

  1. ...a veces JUAN hay silencios peores que cualquier otra cosa...muy bien por tu texto,un abrazo


    j.r.

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  2. Yo prefiero que -quienes yo sé- me digan perro judio, con perdón, a que callen porque así al menos sé lo que piensan. No es así, pues vale, me quedo con muchos conocidos, y no, que me paran por la calle para decirme: te leo, con el apoyo de la familia y de todos vosotros. Intuyo lo que pasa, y no he escrito esto porque me preocupe sino para hacerles ver todo lo contrario.
    Lo escribí ya hace días y me resistía a publicarlo pero algún que otro hecho puntual me ha dicho basta.

    Gracias Jose. Un abrazo de amigo

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