Tengo un amigo, un buen amigo, un único amigo (lo de único a
menudo suele ser relativo u ocasional, este no, ni lo uno ni lo otro) que
es cualquier cosa menos un amigo. A ver
si me explico. Lo quiero decir es que tengo un amigo, un buen amigo, un único
amigo que al mismo tiempo no lo es. Así de simple y así de tajante. No es
posible, pensarán, el concepto amistad no tiene esas bifurcaciones porque un
amigo o se tiene o no se tiene, pues no, parece raro pero yo tengo un amigo y
no lo tengo. Alguien se preguntará: ¿y eso para qué sirve?, yo le responderé,
si llega el caso: sirve para cuando sirve y ni un minuto más.
Sé que acaban de calarme, esa última afirmación es una
prueba fragante que no es un amigo lo que tengo sino una cándida ovejita que
saco o no del corral, pues sí, puede, a lo mejor, en cierto modo, pero no, no
hasta ese extremo dantesco. Es un amigo que
vinculo en los momentos que es
necesario y cuando no, pues no porque no me hace falta. Por ejemplo: yo me cabreo con mi Sarita (es
un suponer), entonces le llamo, y
quedamos, y le hablo (no de nada de nada, si no de otras cosas) y me sirve de
consuelo porque me olvido un rato de lo que amarga la vida. Pero no crean, nuestra amistad no es un confesionario ni
psicoanaliza ningún tema personal y eso es lo más chocante y extraño si cabe;
los problemas cotidianos (sólo esos que no deben proclamarse) que nos roen por
dentro y horadan las entrañas porque no se desahogan al aire necesitan ese juez
que no es otro que el oído esponja de nuestro mejor amigo, no cualquier amigo,
no el que sus oídos sean un paso de aire para refrescarle los sesos, ni el que
tenga comunicado el pabellón con su afilada lengua, no, un buen amigo fiel que
almacene nuestra vida como las cartas de una antigua novia añorada y perdida en
el tiempo. Para eso sirve un amigo y el mío, curiosamente, no, ni yo le sirvo
tampoco para eso. Le conocí hace más de veinte años (antes le conocía de vista,
somos vecinos) en un bar; los dos estábamos solos (el bar de Pepe lleno, como
siempre) y muy cabreados. Él estaba sentado en una mesa mirando con fijeza un
cubalibre, yo le pedí a Pepe un pelotazo de lo mío y me senté a su lado (aún me
pregunto el porqué) sin decirle nada. Ese día, en casi dos horas, lo juro, no
nos dijimos una sola palabra, sólo nos miramos, sin más. Así empezó todo (no se
extrañen que ya les dije que era, al menos, curioso) y no ha cambiado mucho
aunque hablar hablamos, claro, (seríamos idiotas de otro modo) pero de mil y
otras cosas y nada de nada, pero de nada de lo que nos aplaste los hombros o
haga puré nuestros sesos, con decirles que no sé cómo se llama, ni su mujer ni
cuantos hijos tiene, bueno sí, se llama
Josito y su mujer Pura y hijos tiene tres pero he querido decir que no lo sé
por él ni se lo he preguntado, quizá porque ya lo sé. Somos un caso especial. Recuerdo que un día
(hace ya) me llamó cuando estaba yo a punto de llamarle y al vernos lloramos como dos Magdalenas (no de
vernos si no de los motivos esos que ya saben) y nos fuimos andando a mi casa
de campo (está cerca del pueblo, bueno, a dos o tres kilómetros) y donde no
había nadie, ¿no saben a qué?, no lo imaginarían nunca: a pegarnos, sí, como lo
oyen. Nos pegamos uno a otro sin oponer resistencia cinco o seis tortas (a
carrillo pelado) para al fin abrazarnos y seguir llorando hasta hartarnos. Lo
más normal es que hablemos y ese sería un día tonto. A él le gusta el fútbol y
le sigo el palique cuando se lanza con la fe de los críos, más que nada por
alternar porque lo mío son los toros y él de eso nada (bueno, sí, los cuernos
pero de eso, que conste, por él no me he
enterado), entonces lo que suelo hacer es sacar cuando puedo el tema de los
viajes, que nos gusta, (quizá porque no hemos viajado) y el de desollar a todo
buen vecino con los rumores que nos van llegando (este es un pueblo mediano
pero para los chismes muy pequeño, por eso sé lo que le pasa sin preguntar y
él, a lo mejor, lo mío) pero de lo nuestro ni una palabra, de nuestras mujeres
sellados como unas tumbas (qué puedo decirle de la suya que el pobre a lo mejor
no sepa o sospeche) y nada de sus chicos ni de sus raras aficiones ( a ver, son
jóvenes, de qué nos vamos a extrañar). La familia es un bunker, los problemas
una tormenta perpetua, el futuro está cerca y con el traje hecho a medida, eso
le digo a menudo para aliviarle, nos reímos poco, la verdad. Somos dos seres
extraños, solitarios, desvalidos, moldeables, entrañablemente extraños. No me
negarán que me estoy explicando y eso que veinte años dan para mucho y algunas
cosas nuestras tampoco deberían contarse, no por nada (por el pueblo circula de
todo aunque eso no nos importa, la soledad es tan terrible, a veces), hombre,
que sólo hay que ver un rato la tele para no asustarse de cómo está el mundo.
Bueno, ya está, ¿eh?, sí, sí, ya, ya, imagino su pregunta, es lógico que
después de esto..., no sé cómo llamarlo, que les interese saber..., pero por
favor, entiéndanme, si no se lo digo a
él que es mi mejor amigo cómo voy a confiar en ustedes. Soy el amigo de mi mejor amigo, ya les vale.
Hola Juan, estos días tan entrañables
ResponderEliminaren los que compartimos ilusiones y alegrías con los familiares y amigos, deseo pases unas felices fiestas.
un abrazo.
Juan, creo que lo que tú tienes es una compañía impagable, y también creo que la amistad es otra cosa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que tengas una Feliz Navidad
ResponderEliminarPues que sigas mucho tiempo disfrutando de ese amigo, Juan.
ResponderEliminarGracias Ricardo.
ResponderEliminarMis mejores deseos para ti y los tuyos.
Un abrazo
Elena, ni por un momento se me ocurriría tener un amigo así, ni amigo ni no amigo.
ResponderEliminarDe estar chapado a la antigua he pasado a ser algo más liberal, de ideas, pero hay cosas que aunque las comprenda sigo sin aceptarlas del todo.
Un abrazo
PD.-Sólo es un relato
Hola Mª Teresa, gracias por tu felicitación, que te devuelvo.
ResponderEliminarUn abrazo
Marcos, te digo como a Elena, que menudo par de golfos.
ResponderEliminarMe gusta escribir relatos en 1ª persona porque así adquieren algo más de credibilidad y hondura -creo-.
Y respecto a sus inclinaciones y desahogos ni entro ni salgo, ya digo, las respeto pero no las comparto.
Un abrazo
Juan...que sigas escribiendo y respetando, en la vida hay muchas cosas que no gustan, no se comparten o no se comprenden, pero que existen aún cuando no sepamos el motivo o la razón, pero debemos respetar todo a nuestro alrededor, todo lo escrito, nos hace pensar, reflexionar y despertar la curiosidad.
ResponderEliminarFelices fiestas para ti y los tuyos.
Un abrazo.
Ambar.
Yo suelo escribir de todo. Me gusta meterme en piel ajena y descubrir respuestas que yo, aún así, me seguiré preguntando.
ResponderEliminarUn abrazo Ambar.