Todo empezó de estar cansado, no dormir bien, no
resollar, ese estado a que aboca el agotamiento.
Un fin de semana rutinario, y el ceder, dejar el
cuerpo a merced del deseo. Dormir despierto, conducir casi dormido, llegar a un
lugar (Córdoba), y caer rendido, apenas abrir los ojos, la boca para comer, y
luego dormir, dormir sin sueño.
Estaba crucificado, boca abajo en la cama y noté que
no pesaba y que ascendía levemente sin ningún esfuerzo. Me frené temeroso. Pero
era agradable. Entonces cedí y noté un aire suave que in crescendo me empujaba
hacia arriba, o quizá fuese el aire que provocaba al elevarme. Tenía los ojos
cerrados pero sabía que mi cuerpo estaba sobre la cama. Iba a más, tomaba
velocidad, y subía más y más, imaginaba que estaba pegado al techo de la
habitación, pero no, seguía
subiendo, más y más alto, muy, muy alto. La sensación era maravillosa. Quería volar, marcharme de allí. Pero algo ocurrió. Estaba consciente. Sabía lo que pasaba y tuve miedo. Mi ascenso se frenó. Por un instante permanecí quieto, para caer de golpe a peso muerto. Noté la terrible caída, brutal, las convulsiones al acoplarme al cuerpo, el pitido ensordecedor en mis oídos, el corazón a toda máquina.
subiendo, más y más alto, muy, muy alto. La sensación era maravillosa. Quería volar, marcharme de allí. Pero algo ocurrió. Estaba consciente. Sabía lo que pasaba y tuve miedo. Mi ascenso se frenó. Por un instante permanecí quieto, para caer de golpe a peso muerto. Noté la terrible caída, brutal, las convulsiones al acoplarme al cuerpo, el pitido ensordecedor en mis oídos, el corazón a toda máquina.
Seguí alterado unos segundos y sin poder
moverme. Luego giré el cuerpo con pesadez
y me senté en el borde de la cama. Continuaba en ese estado de semi
inconsciencia. Estaba algo mareado pero di un salto decidido a darme una ducha
fría para despabilarme.
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