juanitorisuelorente -

domingo, 1 de enero de 2012

CONSCIENTE


Todo empezó de estar cansado, no dormir bien, no resollar, ese estado a que aboca el agotamiento.
Un fin de semana rutinario, y el ceder, dejar el cuerpo a merced del deseo. Dormir despierto, conducir casi dormido, llegar a un lugar (Córdoba), y caer rendido, apenas abrir los ojos, la boca para comer, y luego dormir, dormir sin sueño.
Estaba crucificado, boca abajo en la cama y noté que no pesaba y que ascendía levemente sin ningún esfuerzo. Me frené temeroso. Pero era agradable. Entonces cedí y noté un aire suave que in crescendo me empujaba hacia arriba, o quizá fuese el aire que provocaba al elevarme. Tenía los ojos cerrados pero sabía que mi cuerpo estaba sobre la cama. Iba a más, tomaba velocidad, y subía más y más, imaginaba que estaba pegado al techo de la habitación, pero no, seguía
subiendo, más y más alto, muy, muy alto. La sensación era maravillosa. Quería volar, marcharme de allí. Pero algo ocurrió. Estaba consciente. Sabía lo que pasaba y tuve miedo. Mi ascenso se frenó. Por un instante permanecí quieto, para caer de golpe a peso muerto. Noté la terrible caída, brutal, las convulsiones al acoplarme al cuerpo, el pitido ensordecedor en mis oídos, el corazón a toda máquina.
Seguí alterado unos segundos y sin poder moverme. Luego giré el cuerpo con pesadez  y me senté en el borde de la cama. Continuaba en ese estado de semi inconsciencia. Estaba algo mareado pero di un salto decidido a darme una ducha fría para despabilarme.

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