Abres mi corazón.
Sopla un viento que rompe las palabras.
Cela los abrazos que aún no son hogar, el amor que corre
junto al viento hacia lo lejos.
No te mientas para creerme.
Quizá te enamore este viento que inunda mi cuerpo,
que no huele ni sabe a nada. Que dignifica
lo impensable.
Aunque nunca se me hubiera ocurrido hacer
lo que siempre quise hacer
para que nadie supiera de mí
más que yo.
Así es verdad si lo creo.
Tu corazón late deprisa.
Cada página acoge una caja sin puertas
ni ventanas, corazones que la atruenan,
mil gritos ahogados.
Me llevé mi parte, no lamento nada.
Lo que aprendí al preguntar sin mover los labios,
a escribir lo que otros me respondían en silencio.
Y tú fuiste uno de ellos.
Tu sonrisa congelada en un rostro siempre expectante.
Y ahora, oculto el sol, sale la luna desnudando
mi figura hasta lo etéreo,
buscando una libertad que no disfrutaba
para residir siempre sobre ella:
si es sutil tu respuesta,
si descubres mi mirada en tu libro.
“No me lo perdería por nada”.
Pero tu gesto ambiguo, sin visos ya
de su procedencia
no me sirve. Máscaras
que parió mi cara
de recorrer mi mundo para mostrarse al calor de tus manos,
en un instante de cualquier día.
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