juanitorisuelorente -

jueves, 5 de enero de 2012

A MODO DE RECUERDO


Decía mi padre (lo hacía  a menudo pero lo recuerdo de un momento en particular: era camionero y un día en que yo le acompañaba por el centro de Madrid enfilamos una amplia Avenida atestada de coches en dirección contraria) que quién no sabe a donde va en como un ciego, y aunque la susodicha cita no sea un ejemplo de lucubración sí me sirve siempre para recordarle en las situaciones en que me veo inmerso y la clavo.

Decía mi padre también (esto demasiado a menudo y sacado de un sketch de nuestra  televisión en blanco y negro en que un listillo sopesaba la inteligencia de un amigo al preguntarle qué era algo con dos ruedas, un sillín, un manillar y dos pedales y que ante su negativa le aclaró que eso era una bicicleta y volvió a preguntarle que era entonces algo con cuatro ruedas, dos sillines, dos manillares y cuatro pedales, y el amigo nada, como un pasmarote y le aclaró que eso no podía ser otra cosa que dos bicicletas y que después y para
ponérselo fácil recurrió al elemental: huevo es, la gallina lo pone... y el amigo sin pensarlo dijo lo que solía decir mi padre y que es a lo que me refiero ahora) que tres bicicletas.
Decía mi padre demasiado eso de tres bicicletas como diciendo al tema requerido que le importaba poco a casi nada, mejor dicho nada y yo también lo digo, también demasiado, aunque sólo sea para mí.
A nada significativo de lo que se hereda hay que hacerle asco, uno porque es gratuito y dos porque llega a ser la espita que a veces activa los recuerdos, esos que apenas tienen cabida ni tiempo en nuestro cerebro ocupado.

Y ya no hay que asombrarse cuando también decía mi padre algo tan alentador hablando de esto o aquello “Y para qué” y yo sigo a pies juntillas. Bonito ejemplo y el mío para mis hijos. No era un ejemplo aparente de tenacidad mi padre, ni yo, deambulando, dando la misma respuesta a miles de preguntas y ante las barreras el manido “para qué”. Pero nada es real y lo digo yo que conocí a mi padre y me conozco. Esa es una fachada de puertas y ventanas tapiadas. Nada entra y nada sale. Afuera, quizás, un iceberg a la deriva y dentro un fuego candente donde aprueban con nota demasiadas cosas superfluas.

No tengo un buen recuerdo de mi padre, ni malo; lo que logré de él tuve que taladrarlo aunque bien es cierto que esos poros abiertos fueron la esencia que impregnó mi carácter  y mi empuje interior a los frenos de la vida. Nada se le resistía, ni a mí se me resiste, es cierto,  en cientos, miles de batallas anónimas. Poco importa pero se hace porque hay que hacerlo, y bien además. Sé que busco, como él, en caminos manidos que no existen, que los cruzo constantemente sin fijarme, que paso por ellos sin siquiera ver qué hay en ninguna parte, terriblemente ciego con mis ojos bien abiertos, caminos que me llevan a destinos que se diluyen  cuando se alcanzan porque dan paso a un nuevo avatar y eso me da pie a pensar que el “para qué” la pronuncian, no personas cómodas y pacíficas sino seres intranquilos y luchadores que no ven ninguna jodida respuesta a su esfuerzo y por tanto ningún motivo que lo justifique salvo la estúpida supervivencia.

Decía mi padre esto u lo otro y yo le hacía y no le hacía mucho caso. Nunca nos llevamos bien, que yo recuerde. Nuestro cariño fue el de tirarnos trastos a la cabeza que es un cariño como otro cuando se tira a no dar. Cariño al fin. Y que siento ahora que no puedo dárselo. O sí, pero ya sólo de otro modo.     



4 comentarios:

  1. Que bien luces en tu andamio.
    Que suerte saber hacerse una casa.
    Y que bien escribes.
    Oye no vienes por mi blog hace ya no se cuantas entradas. Sabes que si vengo es porque me gusta que tu también vayas.
    Un abrazo Juan

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  2. Lo sabe de sobra... hay cosas que no se olvidan, y llegar al dia 5 y recordar el roscón con las velas es una de ellas.

    Un beso

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  3. Mi trabajo es duro pero agradecido porque a diario se ven los resultados.
    En cambio llevo casi dos meses sin escribir nada. Publico de lo escrito. Mi duende andará de jarana.

    Un abrazo Marian

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  4. Inma, ya sabes, él cumplía años el 5 de enero y yo el 7. Dos roscones, entonces, casi seguidos.

    Un besito

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