Yo
llevaba las manos llenas,
esa
intuición basada en lo evidente.
Correspondido,
aflora afuera lo profundo.
Inconsciente
o confiado custodiaba
solo
el cuerpo la certeza.
Dentro
el eco de una canción nueva.
Afuera
el
gozo de un dispendio todavía.
Alma,
la piel a tiras,
lo
inocente, me arrancaron.
Recuperé
el alma, mudé de piel,
la
inocencia quedó en sus manos
para
siempre.
No
la hecho en falta.
No es mío lo que no quiero.
Hay cosas que nunca se renuevan, pero el alma de niño es lo que nunca nos podrán arrancar.
ResponderEliminarBesos de mariposa, Juanito.
Hay quien afirma que en realidad somos el niño que fuimos, lo demás sólo son añadidos.
ResponderEliminarUn abrazo Juan.
La inocencia suele arrancarla la vida a golpes, Diana, en cambio el alma de niño suele seguirnos cogida de la mano.
ResponderEliminarUn abrazo
Fíjate, Elena -a mí me pasa-, que mirando fotos de niño me veo en esa mirada infantil realmente como soy ahora. Yo creo que el niño que fuimos y somos lo llevamos de por vida en el fondo de la mirada.
ResponderEliminarUn abrazo