Cuando apagan las luces,
cuando el encargado de mantener el orden
nos da las buenas noches,
donde apenas hay espacio
y la impotencia acrecienta el deseo
de rescatar soles lejanos,
donde me pinchan como cuchillos
aquellas noches pasadas a la intemperie,
las piernas de gacela,
los días de hambre,
donde veo la lluvia a través de la ventana
y el olor a tierra mojada se transforma
en olor a orinal y medicinas, removido
como adormidera por el aire acondicionado,
cuando saltan chispas en la lumbre del recuerdo
en un ejercicio masoquista e inútil,
cuando tu perpetua fisonomía luctuosa por nuestros muertos
sirve de luto, amor, a tu propia muerte
y me redime de pensarte,
cuando ya no hallo nada en ninguna parte,
cuando de nuevo el sueño se acerca
como una iconografía triste,
silencioso y soterrado, pretencioso,
me ocurre que,
como
baluarte,
permanece indemne
la enorme grandeza de la indiferencia.
Nadie debería ser víctima de la indiferencia, siempre hay alguien dispuesto a dar y alguien quien la necesite.
ResponderEliminarAbrazos alados, Juanito, que inicies una linda semana.
Lo peor es recibir esa indiferencia cuando más necesitamos de la atención de los demás.
ResponderEliminarCada día me sorprendes más, supongo que el cuadro de la cabecera es tuyo ¿no?, magnífico, estás hecho todo un Da Vincci del siglo XXI.
Un abrazo Juan.
una descripción
ResponderEliminarque deja un sabor agridulce,
triste e íntimo,
me gusta cómo describes
estos sentimientos
Yo creo que las residencias están bien para personas solas o que no tengan familia que realmente pueda atenderlas por mil y un motivos.
ResponderEliminarAl igual que criticamos -sentenciamos- a una madre que abandona a su bebé igual deberíamos de hacer con quién "abandona" a un padre o a una madre.
Un abrazo Diana
La soledad de un mayor es muy dura. El verse a merced de los demás lo mitiga al menos que esas manos necesarias de aceptar sean conocidas, cercanas, de afecto.
ResponderEliminarPuse después de tu comentario que lo había pintado mi hija debajo de la entrada. La han dejado en el paro y le ha dado por el arte. Salvado el primer escollo, y la mala crítica -no mía-, está pintando cosas bastante interesantes que ya os mostraré.
Un abrazo Elena
Buscaba eso, Mª Teresa, a riesgo de no conseguirlo: la cercanía, el que veamos a alguien conocido, cercano, reflejado, o la tristeza que su lectura pudiera provocarnos. Para nada la indiferencia, aunque entienda que para ellos sea un arma necesaria.
ResponderEliminarUn abrazo