Luciano nunca había visto su
horizonte tan limpio, su paisaje sin paisaje, sin un adorno, un resalte, un
arbolillo, una rama, ni una sola hoja.
Era la una, domingo, y su mirada
vagaba sin un solo estorbo por el resto de la semana.
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Tranquilo, Luciano, que nunca se sabe – pensaba algo
animoso
Hasta ahora siempre había tenido
algún motivo para poner el despertador a una hora u otra. Ya no con el agobio
de antes pero no le había faltado algo puntual aunque no fuese tarea de todos los días. Días, a lo
mejor, de trabajar tres horas sin despeinarse, días de sudar
las diez horas como antes. Así como un torero resignado a un morlaco que cada vez le da menos juego, pero al que sigue toreando y toreando, alargando la faena lo imposible, hasta que al fin tuvo que entrar a matar.
-
¿Y ahora qué? – le vuelven a preguntar sus manos vacías
No puede dormir. Hace calor pero
suda más por otras cosas. Nunca ha estado así. Y pensar en la cantidad de amigos,
conocidos, que se han visto abocados a lo mismo no le consuela. Era hora que el
tocase a él, eso tampoco auqnue no hay trabajo para casi nadie. Ahora tendrá
que hacerles compañía en la cola del paro, se juntará con ellos para charlar,
tomar el sol o la sombra, quizá algo más con Perico y José, por cercanía, para
dar paseos mañaneros o a última hora de la tarde, con la fresquita como lo
llaman, y luego el resto del día pues eso…a buscarse alguna afición, o a
ayudarle a la parienta…
-
…o yo qué sé…yo que sé…- vuelve a darle vueltas a la
cabeza
Mañana lunes y por primera vez en
su vida –ausculta su mirada muy atrás el tiempo para asegurarse- se levantará sin ninguna prisa y sin nada que
hacer.
Rosi, su mujer, le anima. De ella
no tiene queja. Cariño, vamos a tirar para adelante y ya vendrán tiempos
mejores, se lo repite con frecuencia. Rosi sabe que para alguien muy activo
frenar en seco es abrir la puerta de par en par a la depre. Y que entrar a ese
estado es fácil y salir cuesta.
-
¿Todo lo hecho de qué me sirve? – apostilla Luciano a
cada imagen que le viene a la cabeza
Rosi duerme desde hace rato y él
de vez en cuando la mira. Tiene una madurez agraciada. Además de ser una gran
mujer. Se siente afortunado.
-
Tengo donde agarrarme
No se siente solo. Para nada. Bueno,
sólo en cierto sentido, ese que le aprieta la boca del estómago y logra sacar
música de sus tripas.
Visita varias veces el váter. Algo
le habrá sentado mal, se dice, aunque sabe de sobra que no. Los nervios, los
jodidos nervios.
Rosi se despierta un instante.
-
Vamos, tonto, duerme, mañana hablamos
-
Estoy casi dormido, nena
-
¿Tú, dormido?
Respira hondo y vuelve a quedarse
dormida. Tienen varios meses de desempleo, y ya recortarán en lo innecesario.
Luciano no. No pega ojo en toda la noche. A sus pensamientos inconstantes,
inconexos, les acompañan el sonido constante del segundero en el reloj de la
mesita, a veces plácidos, a veces martilleando errores, pasado ya sin solución.
A las seis treinta el vecino de
enfrente arranca el tractor, y algo más tarde el Manolo arranca la Derbi al
tirón para ir a la viña. A las seis cincuenta oye los primeros coches pasar, a
las siete cuarenta y cinco algo más de bullicio. A ésta hora debería estar
tomando café en casa Pepín, hojeando el Jaén con rapidez para estar a menos
cinco en el tajo el segundo, nunca el primero que es puesto fijo de Julián, su
peón, un chaval de lo que hoy no se encuentra.
Hoy debiera haberse levantado a su hora y hacer el paripé, pero no sabe
mentir, y para qué desvelar tan pronto el futuro tan negro que tiene. Estando
en casa nadie sabe si está enfermo, ha ido a Jaén de papeleo, o cualquier otra
historia. Tiempo habrá. Los rumores cunden, y más en los pueblos pequeños, pero
como fuego en un secarral si el mismo interesado los revela.
La luz se hace dueña del
dormitorio. Y le despierta. Algo ha dormido sin darse ni cuenta.
En la cocina oye a Rosi lavar los
cacharros de la cena.
Luciano mira al techo. Apoya su
cabeza en las manos con los brazos en jarras. Sigue pensando sin lograr aún
pensar en nada.
Qué sensación de desasosiego la transmitida por el personaje de Luciano. El futuro presente como un vació es igualmente desasosegante. Saludos Juan.
ResponderEliminarFuturo muy presente, Marcos, horizonte limpio como una patena, el de ya demasiada gente. Ha de ser -no lo he vivido aún- un momento de desasosiego -como bien dices- infinito.
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