EL TIEMPO

Hacer lo que se cree justo y conveniente no necesita explicación alguna.

La justificación da la mano a la necesidad que impera en el mea culpa o el despropósito.

Una persona integra puede equivocarse, haberse equivocado, o no en sus actos pero siempre camina de frente, mira a la gente a la cara, y habla con sentido ecuánime.

No abunda, más con los problemas que la vida nos asalta día a día y que dan más pie al escaqueo, al, y como se suele decir, quitarse el muerto de encima, y si se puede echárselo a otro.

Malos tiempos corren para la integridad.

Para eso y para todo, sí, pero me detengo en esa defensa estoica de ser, de seguir siendo uno mismo frente a tanto petimetre, frente a situaciones en ciertos momentos sin piedad alguna, porque creo que esas personas merecen, no solo una muestra de aprobación sino de respeto, no demostrarles un sentimiento de lástima, sino de ole ahí tus cojones.

La situación es caótica. Mal viven los que viven.  Hablo de los que solo parecen hacer bulto en la sociedad. De los de los mil euros para abajo. De los que de verdad están viviendo, toreando, sufriendo ésta maldita crisis.

Y es entre ellos donde está ésta absurda lucha, insisto, donde es una tarea ardua el mantenerse erguido.

Se suele hacer leña del árbol caído, del aparente derrotado, las malas lenguas pican con saña en la carne que creen muerta. Somos así. Y no nos alegramos de nada malo, noooo, solemos decir tras haber puesto al fulano a caer de un burro. Pero sí, y puede que el mal nuestro esté ya probablemente de camino.

Estamos todos metidos en el mismo saco, la vida da más vueltas que una noria, pero no da ni sola vuelta, ni se sube a la noria,  quién, tenga más o tenga menos, o sea algo o nada en absoluto, sigue siendo exactamente el mismo, la misma persona le pese a quién le pese.

El juez en este tema aún sigue siendo el tiempo.

Y el tiempo es un juez imparcial e insobornable.