De este tiempo aciago
se despereza mi mente cada mañana
con la incertidumbre,
el misterio que encierran
tus días más amargos,
la actitud que hoy premie mi
cercanía.
Debate que rompe en mil pedazos
el ímpetu que empuja la
conciencia
y el recuerdo. Desazón que me
abandona
en las primeras palabras, los
primeros
gritos necesarios. Resignación
que atesora quién debe ser
agradecido.
Me enfrento a ti crecida
con el poder de la mano generosa
y ineludible, la serenidad y el
escudo
de mi silencio, mientras tú
entierras la memoria
en el pobre tesoro
que no pagaría una lágrima,
la alegría en la levedad de su
sombra.
No siempre basta
que rara vez aparezca nuestro ser
más profundo y extraordinario,
que hierva la mente
y nuestras palabras absurdas
nos impidan expresarnos,
que prometa el corazón
lo que niega la mirada,
si sólo es futuro cada instante
del presente.
Y agotas tu tiempo, y crece
la sensación de
que todo se acaba
por mucho que corras.
El verso final remata muy bien el poema, Juan. Enhorabuena por tus versos.
ResponderEliminarSí, al final el tiempo acorrala y solo nos permite presumir o sufrir de lo hecho.
ResponderEliminarUn abrazo Marcos