Vino por su
propia voluntad
espléndida de
años sin saberlo
a deshojarse
trémula de otoños
sin besos en la
boca y miradas mudas.
Vino remediando
en sombras
sus ardores
fríos
y buen hacer de
noches llenas
sin cargar con
la belleza
a la que ya no
asiste.
Vino a arder
batallas lentas vivo de olvido
por caminos de
paso que no dejan huellas
ni trampa su
cuerpo de hambre y esquinas.
Estuvo sin
llamarme siquiera
curtida de aire
que la nada ama.
Y se marchó con
ganas
a buscar otro
haz de luz
donde comprar la
tarde.
(2008)
Vino, sembró luz y dejó la oscuridad iluminada.
ResponderEliminarEs una labor que debería estar regulada, y ejercida con absoluta libertad. Lejos del desmadre, hay personas que, por soledad o por otras mil razones, necesitan ese desahogo. Bien, uno paga, otro cobra, y no debería de haber nada más que hablar.
ResponderEliminarUn abrazo, Marinel
Precioso grito.
ResponderEliminarUn abrazo, Juan.
Grito de complaciente resignación. Te vas a reír -no es comparable- pero hay días que yo trabajo con complaciente resignación. Un futuro de niebla -le echaré la culpa- obliga a mirar el color de los zapatos.
ResponderEliminarUn abrazo amiga Laura