Me arranco la cabeza
y no finjo dolor,
ni exculpo a la herida.
Mi cabeza sigue
donde no estoy,
encendida
de su propia mano,
suicida
por donde sangra
el silencio obediente.
Mi cabeza arde a solas
donde el cuerpo
ya es ceniza.
A veces hay que dejarse la cabeza en otra parte, y dejarse inundar por los sentidos.
ResponderEliminarMe gustó también mucho éste.
Un abrazo.
La cabeza tiene cuerpo, Laura. Demasiadas veces es como un hijo independizado que viene a visitarnos de vez en cuando. Demasiadas veces vive en nosotros ajena a nosotros.
ResponderEliminarUn abrazo