Me repetía mi abuela, entre
muchas, dos cosas que han capitaneado mi vida.
La primera era. “Un continico,
Juanito, un continico”, o sea, en su jerga, la constancia. Ser constante,
dosificar el esfuerzo y los sentimientos para, estando entero, afrontar los
continuos oleajes con que nos azota a diario la existencia.
La constancia es una virtud algo
desarraigada porque va unida al esfuerzo y al sacrificio, porque es más
apetecible, mucho más tentador, esperar a la suerte que ir a buscarla.
Ser constante es un pulso estable
a uno mismo, un no dar espacio al pensamiento para que se duerma en los
laureles tras una cima coronada, un sudor de la sangre, la búsqueda de una
razón de vida que no encontraremos nunca.
Vivir lo que se hace y además
disfrutarlo deja siempre porqués que saber, modos y placeres en círculo.
Mucho dice la actitud.
Frente a un reto, de decir: “esto yo lo
hago”, a balancearse en la duda de: “sí, pero…”, va un mundo.
Una actitud u otra capacita o incapacita. Un reto en
el trabajo o en lo que sea es un enemigo al que vences o te vence.
La mente gobierna un cuerpo inimaginablemente
elástico y generoso, extremadamente fuerte y agradecido, y ese mismo cuerpo es
en la desidia inusitadamente muermo y perezoso, repentinamente despistado y
somnoliento.
La actitud incluso embate a la aptitud,
revitalizándola o atenuándola.
Y no lo digo tanto por hacer cosas por hacer,
reventar por gusto, demostrar gilipolleces, sino que la actitud al hacer lo que
se haga ha de reflejar no solo que se quiere sino que se puede. La actitud y la
constancia hacen buen equipo, al que puede unirse la aptitud o no, es lo de
menos.
La segunda cosa que me repetía mi abuela, más simple
pero más difícil de cumplir era: “Calla y anda, que Dios y el tiempo pone a la
gente y a las cosas en su sitio”. Una cita de fe y experiencia.
¿Y por qué digo que es más difícil de cumplir?
Quizá por el sambenito que abrazan los del ojo por
ojo como la prueba fragrante que da más razón a sus sin/razones: “Quién calla
otorga”.
Es difícil callarse, más cuando se tiene enfrente a alguien
tocándonos los bemoles. Pero bueno…y en mi caso…ya hace años una vez me salió
bien. Ahora ando en otra, y no sé…no sé…
Por cierto, entrañable el recuerdo de mi abuela. Una
gran mujer. Quién la conoció lo sabe.
pues tu abuela tenía razón, la constancia siempre ayuda a seguir adelante, y solo Dios lo sabe todo, el sabe con el tiempo poner cada cosa en su lugar y por consiguiente a cada una.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar.
La constancia es un credo que rezo a diario.
ResponderEliminarYo, en mis cincuenta y tantos, ya he visto y vivido algo de eso de poner a la gente en su sitio y tengo mucha fe en ello.
Un abrazo Avelina
...la constancia es el pellizco diario de la vida al amanecer,...sabia elección , un abrazo JUAN Y FELIZ DOMINGO.
ResponderEliminarEstoy con tu abuela, la constancia marca nuestro cedo
ResponderEliminarun fuerte abrazo
fus
Es un gusanillo que roe roe en la sangre...y cosquillea...no permite estar impasible...
ResponderEliminarUn abrazo Jose. Buena semana
Desde luego, Fus, paso a paso, como ese refrán trillado: sin prisa pero sin pausa.
ResponderEliminarUn abrazo
La constancia está basada en la fuerza de voluntad - querer es poder - y en el esfuerzo. Al leer tu escrito no puedo dejar de pensar en tantos y tantos jóvenes, criados en la abundancia y los regalos, que sólo piensan en pasarlo bien y que todo les venga llovido del cielo. Los que hemos ejercido de profesores sabemos de esto un rato...Hemos visto crecer en el conocimiento a chic@s no muy bien dotados intelectualmente y, en cambio, caerse a otro que sí lo estaban; hemos vivido con dolor cómo la desidia y la pereza iba tomando cuerpo en cada vez más alumnos; jóvenes sin mañana...
ResponderEliminarDesgraciadamente, personajes como tu abuela - o mi padre - que nos educaron en la cultura del esfuerzo, la constancia, el afán de superación, el gusto por el saber, etc, van quedando cada vez menos. Por eso culpo a muchos padres de hoy día de lo que le está ocurriendo a sus hijos.
En contra de tu opinión, para mí es más fácil de cumplir el segundo sabio consejo de tu abuela - que me hubiera gustado conocer - porque no hace daño quien quiere sino quien puede,y aunque en un principio parezca que sale victorioso, a la larga la verdad y la justicia se abren camino, aquí o en el más allá.
Un abrazo de Paco y Mayte.
PD.- Transmitiremos a Jose lo de tu coche. Nos alegramos.
La actitud vence en muchos casos a la aptitud, llegando a superarla en cierto modo. Tenéis razón, quizá sea la educación recibida en aquellos años de nuestra juventud en que el respeto era una virtud sobresaliente. La desidia, hoy, creo que va muy ligada a la falta de respeto, y primero a uno mismo. En fin, es lo que hay. Yo lo veo en muchos jóvenes que el futuro que más lejos les importa es el de la próxima noche. Un apena, porque es bonito darle algo de sentido a la existencia, aunque ya sabemos lo efímero de todo.
ResponderEliminarUn abrazo Paco, Mayte