- Confiésame algo que no le dirías a nadie.
- ¿Adonde van los que se empeñan
en dejarnos aún
más solos?.
- No me refería a eso
En la esquina de mi calle
bullen viejos en silencio.
Yo, que hago lo que ellos desde mi ventana,
sólo que un poco más alto, y menos discreto,
me fijo mucho en la juventud insociable,
liberada, que abre sus puertas al verano
-tremendo varapalo a algún final comedido
que evita justificar la evidencia: de nada sirve
si de nada sirve-.
Oprimido al cristal
no sabía que fuera tan fácil
decidir que no existes,
que todo el mundo se ame excepto nosotros,
-entornadas, cerradas, las puertas del verano
pero me excita creer que pueda ponerlo
en duda.
Y no hace mal hacer algo –jugar de nuevo-
que se sabe no tendrá consecuencias.
Si conozco a más gente de la que creía.
A ti de antes.
Resulta curioso si no cruzo palabra con nadie
anudar el presente al pasado,
regresar a algún celoso silencio
-si hay silencios aún celosos de ser descubiertos-
y me estimula su destello,
que no siempre noto
si lo siento.
Una mirada perdida en el horizonte, distante y lejana por el olvido o el abandono.
ResponderEliminarDuro y real poema, Juanito.
Mi abrazo alado para ti.
Destellos de vida, que nos iluminan. Aunque no siempre sepamos distinguirlos.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Las soledades a que va abocando el cuerpo, Diana, con la mente en plena berrea.
ResponderEliminarUn abrazo
Todo tiene su tiempo, tiempo de hacer y tiempo de imaginar o recordar lo hecho -o ésto a lo mejor ni pensarlo-
ResponderEliminarUn abrazo Antonio