Recuerdo las manos de encender el
día,
la voz fácil de dibujar motivos,
la sonrisa fértil de parir
sonrisas.
Recuerdo el bosque del mundo
herido,
al tiempo colgado en algún
armario bajo llave,
las lindes del cuerpo siendo
espacios con holgura.
Recuerdo lo corta que era la
distancia,
al afán de ser que no sabía
esconderse dentro,
al saber estar donde nadie sabría
encontrarse.
Recuerdo la energía, la gana,
habitándome,
el luego, el para mañana siempre
cerrado,
de cómo las ideas, la fe, comían
tierra.
Tus recuerdos no podían encontrar mejor pluma.
ResponderEliminarUn abrazo Juan.
Ni palabras como las tuyas. Gracias Elena. Un abrazo
ResponderEliminarProfundas letras Juan, tanto como tus recuerdos, recordamos muchas cosas que ya no son.
ResponderEliminarGracias por este regalo.
Un abrazo
Ambar.
Vamos pasando y sin desdeñar lo que somos a veces se añora lo que fuimos.
ResponderEliminarUn abrazo Avelina