La vida cambia.
Y con ella las costumbres.
Las buenas y las malas costumbres.
Costumbres, algunas, que permitían una relación más distendida en el ámbito
laboral, que es del que quiero ocuparme, un trato más amigable, cómplice, de
más relación y confianza. Sin llegar a coartar libertades, derechos básicos,
quedaba esa puerta abierta a la guasa, al cachondeo, que no a la mala baba, aunque
siempre, y como en todo, había de todo. Costumbres que habían ido pasando por
generaciones sin alterar su
sentido, que no era otro que la importancia de
aprender a vivir desde el fracaso, el de
desnudar un estado de inocencia que
provocaba, a ver, una rabia infinita pero
que a la postre lograba hacernos más
fuertes, menos confiados, más duros ante tantos y tantos nuevos avatares por venir.
Una de esas costumbres cercenadas hoy
casi de cuajo era el nivel de uñas. O sea la novatada al primerizo. Y yo
voy a hablarles primero de la mía.
Ocurrió a mis catorce años. Mi maestro, Cubertas, ya fallecido, me mandó a una
alfarería cercana a por “el nivel de nivelar las paredes del horno”. Y en la
alfarería me dieron lo más pesado que hallaron a mano: una rueda de alfarero de
más de 1 metro
de diámetro y con sus ejes de hierro y todo. Pesaba un güevo –con perdón- . La
distancia era de unos 200
metros y cuesta arriba y me dijeron que no la podía llevar
rodando. La rueda bajó la cuesta rodando
en cuanto me di cuenta de la broma. ¿Denigrante? Opino que no, porque la broma era
una cadena y más adelante me tocó a mí gastarla, aunque he cuidado que no fuesen muy pesadas. Recuerdo una en que
me hacían falta de la ferretería unos ganchos de esos que se fijan en el techo
para colgar las lámparas y mandé a un chaval a por “Chichócolos”. Contándomelo el
encargado de la ferretería fue para descojonarnos. Aún hoy me provoca gracia. O
a mi hija, administrativa, que le dijo su jefe que llamara por teléfono a
tiendas donde pudieran vender “eléctrodos para soldar tela”. Cachondeo
padre. Pero peor lo tuvo un chaval -de
mi edad- José, que si me lee se reconocerá, seguro. Ambos éramos peones construyendo
en Bailén la nave a “Los Huertos”, y lo mandaron a “El Paso” -2 o 3 km- a por
“el tablón para aplomar los cimientos de la nave”, y allí le endosaron un tablón
de 4 metros
de largo y algo mojadillo. El pobre José llegó con el hombro en la cintura y la
lengua a rastras y para colmo le dijo el maestro con cabreo –de escándalo pero simulado-
que ese tablón no era, que el que le hacía falta era más corto y más fino. Así
que José –el pobre José- tuvo que volver a llevarlo. Esa broma sí fue una
putada, aunque nos riéramos hasta dolernos la boca.
Hoy, ya sé, que cualquiera de
estos chavales iría a poner una denuncia en el juzgado. O sus madres. Y a lo
mejor, seguro, que con razón.
Mucho se ha ganado con la nueva
actitud, con poner los valores a su debida altura, pero algo se ha perdido. Yo
digo que se ha perdido cercanía, compañerismo aunque parezca mentira, confianza,
buen rollo en definitiva, y se ha ganado en rigidez, en una frialdad impropia
entre compañeros que están juntos más tiempo que con sus familias, y añadido
además a una pizca de resquemor, por no
llamarlo temor, o miedo a mil cosas: enfrentamientos, represalias, despido…
También quiero que sirva como
ejemplo la mili. Cartagena, en el 78. Donde quedándome tres meses para
licenciarme llegaron los nuevos reclutas
–nuestros pollos los llamábamos y ellos a nosotros abuelos-. Pues miren, los
mandos del cuartel en ese día -domingo- un alférez, dos sargentos y dos cabos
primeros, nos prestaron sus chaquetas y gorras -por los galones- para la broma
a los recién llegados. Fue un teatro para haberlo grabado, hasta los pusimos a
formar en pelotas -era verano- y todo, y les gritamos lo que no está escrito. Pero
bueno, pasado el acojono de unos y la
comedia de otros fue una fiesta y de la que guardo un recuerdo entrañable y algún
nuevo amigo –mi pollo, que me sacaba una cuarta-. Años más tarde llegaron en
algunos cuarteles las denuncias, los arrestos, y el cortarlo de raíz. Lógico
también. Es de entender.
Los derechos de toda persona han
de ser inviolables, garantía de una vida digna, sin vejación o menosprecio
alguno. Es así. Hemos ganado como personas, individualmente, pero ¿qué hemos
perdido? Las manzanas podridas siempre han jodido el cesto, pero no es eso, el
rigor en el trato, la tecnología, han ido inculcando personas solitarias, muy
cerradas en sí mismas, con la desconfianza como escudo. No sé. Hoy nadie
aguanta una voz y menos una broma ni a su padre.
La dignidad no permite ni un
resquicio a la burla, a veces ni siquiera a la ironía. Hoy el concepto amistad
tiene demasiadas barreras, demasiados matices, incluso las palabras, el tono, son un arma con la punta demasiado afilada.
Nos sentimos arropados por las leyes, leyes de todo tipo, implacables con los
nuevos delincuentes: personas normales, de la calle, como usted o como yo, que
han vivido lo de antes -como hijos, alumnos, trabajadores- y no entienden qué
pasa, qué nos está pasando.
Pero que sí, que vuelvo a decir
que lo entiendo.
Yo creo que hay de todo y que en el ámbito laboral aún se conserva ese rollito en muchos casos.
ResponderEliminarPero ahora,con todo este ajetreo descorazonador,todos y digo todos,estamos que echamos chispas y saltamos por cualquier cosa.
Aunque también te digo,que precisamente por todo lo que está pasando,la dignidad va a estar a ras del suelo y los de siempre,gente que le gustaba pinchar,ahora machacarán, se ensañarán con el trabajador,sabiéndose libres para hacerlo.
No quiero generalizar por supuesto,pero se nos está quitando hasta lo más básico y el buen rollito va a ser algo de la historia,al menos por el momento.
Ah, y las leyes están para quienes están,la justicia,para quienes quieren y eso ha sido antes y ahora.
Lo que pasa es que antes como ovejas callábamos teniendo nuestro trabajo y un atisbo de futuro.
Ahora no queda nada de eso.
Besos.
Hola Marinel. Esa sensación ya llevo años notándola. Será porque siempre he tenido a mi lado a chavales a quién enseñar el oficio, y los de ahora, en general, además de no tener interés en aprender no aguantan ni a una mosca. Yo tengo paciencia hasta cuando la misma cosa la explico por veinteava vez, incluso uno se despidió porque le llamaba mindundi, mal por mi parte pero algo menos cuando te tienen hinchados...
ResponderEliminarLa crisis tiene ahora buena culpa del carácter agrio, la frialdad en el trato, el estar a la defensiva, el sentirse en muchos momentos como un gusano, pero la base ya estaba antes, y esto sólo la ha acentuado, en mi opinión.
Ya sé que lo de antes tampoco estaba bien, el empresario se aprovechaba, yo empecé a estar asegurado cuando me hice el autónomo a mis 22 y llevaba trabajando desde los trece años. Muchas cosas han cambiado pero en lo que he querido incidir con lo escrito es que al tiempo también algo de aquello se ha perdido. Calor humano, en definitiva, aunque excepciones haylas.
Un abrazo Marinel
He pasado un rato ameno leyendote. Me hizo acordar las novatadas de mi primer año de universidad, y las de otros amigos. Creo que la situación economica y el cumplimieo de tantas obligacines es lo que nos hace frios y distantes. En momento de crisis la creatividad se pone de manifiesto, lo malos se provechan de los buenos, y con razon surgen los recelos y desconfianza.. Nadie cree en nadie ya. Una verdadera lastima!
ResponderEliminarJuan tu creatividad no cesa ni un momento.He pasado un ratito muy ameno.Un abrazo
ResponderEliminaruñas para todo ya JUAN , es un mal momento de modos y formas ...mañana uno de mis hijos está de presidente de mesa electoral es una zona muy poblada de Oviedo y creo que no podrá dormir con todo el papeleo que le dieron , ya te contaré...hermosa foto de tu paso recibe un fuerte abrazo y saludos. j.r.s.
ResponderEliminarSí, es una pena la distancia que vamos ampliando sin notarlo entre unos y otros. Incluso se ha acentuado la envidia, pero sin base, ya que cada vez hay más apariencia, ese aguantar con una estoicidad encomiable un estatus que a lo mejor ya no corresponde.
ResponderEliminarUn abrazo Marilyn
Tengo lapsus, Pepi, normal, por eso cuando estoy en vena aprovecho.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. Vivencias, a ver, y un poco de morriña.
Un abrazo
Uñas y de las que aruñan, Jose. Joder cuando se está jodido más que una satisfacción individual parece un deporte colectivo. Se disfruta jodiendo-en el peor sentido-. La culpa, vale, de la crisis.
ResponderEliminarTe escribo esto sin saber quién gobernará en Andalucía. Está reñido. Y no sé el porqué ni me importa. Cosas del ánimo.
Un abrazo amigo Jose