Llega blanda, con una delicadeza
inédita,
tu voz casi apagada.
Como asustada por un repentino
capricho.
Llamaré casualidad a la que
quiso unir
por unas horas
a dos bastiones solitarios.
Hablamos de muchas cosas, de
nada.
Luego
mi mirada te sigue hasta que
desapareces
cuando el crepúsculo abrasa la
tarde.
Cierro los ojos.
Oigo el mar como un rumor de
caracola
bajo la sombrilla en ésta playa
desierta.
Y apoyado en tu entrepierna
dormida
mi boca se llena de palabras
sucias
escribiendo sobre mi timidez
hasta el hartazgo.
Mil poemas sin sangre.
Hermoso poema de renglones tímidos y anhelantes donde la lejanía se quiere acortar y la voz no sale...
ResponderEliminarUn beso.
Palabras sucias y poemas sin sangre...cuántabelleza, sin embargo, en estos versos tan limpios y sinceros. Enhorabuena, Juan.
ResponderEliminarQué la timidez no te alcance Juanito, y continúes plasmando en líneas tan nobles sentimientos.
ResponderEliminarUn cálido abrazo alado!
La timidez es un cristal en el que se quedan pegadas todas las palabras dichas, todos los deseos expuestos.
ResponderEliminarLa voz sale pero no llega a su destino, y menos a otra tímida.
Un abrazo Marinel
Palabras sucias de rabia, y poemas de agua, lavados por lágrimas de desolación.
ResponderEliminarCreo que todos tenemos palabras rondando y que en su momento debieron oírse.
Gracias Marcos. Un abrazo
La timidez está siempre dominada, aunque alojada. Eso creemos todos.
ResponderEliminarUn abrazo Diana, sin alas