Lo que tienen de sugerente,
y sibilino,
de eco íntimo,
buscan huidizos con una fijación enfermiza,
con un abrasivo calor.
Miran a nuestro alrededor
sin dejar de mirarnos,
nos penetran si giramos la cabeza,
si optamos abstraídos por la misma página
de nuestro libro.
A veces extraviados
profundizan en nuestras ropas
para mirar al otro lado,
a veces si se unen se sinceran
y nos miran todo,
lentamente,
esbozando una tenue sonrisa
o una sonrisa lánguida.
Luego se alejan como si nada
les interesara,
a lo oscuro tras los cristales,
a los cuerpos dormidos,
a la pequeñez del habitáculo,
o huyen de nuevo
ese instante eterno,
tan eterno,
a ignorarse.
Me gusta y lo digo de corazón.
ResponderEliminarEste poema nació hace un par de años del recuerdo de un viaje en tren -del viaje + de 40 años- y de la mirada de una desconocida que no he intentado siquiera olvidar.
ResponderEliminarMe alegra que te haya calado la piel.
Un placer verte Marian