Tú no quieres
y cualquier intento
palidece.
Recientes pasados que
engarzas
con suficiencia
me sirven como brotes
en un mar de otoño.
Teniéndote
no me place recordarte,
albas que la niebla
extingue.
Amarte y no amarte si te
quiero
indigna el despertar de
la ruina
con que nace.
A su calor que esculpe
el cuerpo frío como
amante.
Anclado y a la deriva
urdiendo
un momento cualquiera
sin nombrarte.
Bellísima es la imagen del encabezamiento, Juan, pero no tanta como tu poema en el que el amor late desde el mar de otoño, desde el calor del cuerpo que te nombra.
ResponderEliminarMil gracias por tu amabilidad en ir a comentar la entrada de Daniel, para desempatar, algo muy curioso y que no me había dado cuenta de que había los mismos comentarios.
Un beso, amigo.
Este poema lo encontré a oscuras, apretado entre las hojas de su libro -sin publicar- y decidí abrir sus ojos a la luz. De vez en cuando hojeo el pasado. He escrito tantos poemas que ni los recuerdo.
ResponderEliminarLo de los comentarios me pareció una coincidencia curiosa y como una broma lo comenté. Nunca viene mal una sonrisa.
Un abrazo María