juanitorisuelorente -

lunes, 23 de abril de 2012

LA ROMERÍA DE LA VIRGEN DE LA CABEZA


En mi familia, mis tíos, mis padres, tuvieron muy arraigada la costumbre de ir a la romería de la Virgen de la Cabeza.
Mi padre era camionero y recuerdo con cierta nostalgia, en los sábados previos a la romería, los preparativos en su Barreiros 42-20 para el viaje junto a  familiares, vecinos y amigos, tales como la limpieza de la caja del camión, el colocar las barandillas, la lona, el instalar unas bombillas, las sillas, mientras que, en mi casa,  mi madre guisaba tortillas de patatas y carne con tomate.

Luego el viaje nocturno -solíamos salir a las 2 o las 3 de la madrugada-, los vaivenes en las curvas, los cánticos a la Virgen, que apaciguaban o silenciaban los mareos y los vómitos. Cánticos entrañables, voces la mayoría en el recuerdo, y que tienen en propiedad su parcela de por vida en mi memoria…
(viajes así, en esas condiciones,  hoy impensables, y en los que tildarían de llevar a la gente poco menos que como ganado, y con razón).

Así, desde pequeño –me llevaron por primera vez con 1 año y tres meses- me inculcaron año tras año ese sentir, esa fe en ésta romería; hábito que continué junto a ellos hasta mis 20 años, más o menos. Después, a ver, la vida nos empuja en otras direcciones, otro modo de ver las cosas, otro modo de entender la fe. Fe que pronto tuvo su época de dudas. Dudas que llegaron al hacerme de golpe todas las preguntas posibles, y no hallar ni una sola  respuesta, ya que la vida las suele contestar, si cabe, poco a poco, a modo de detalles y cuando le viene en gana.

Pero bueno, una cosa aquí, otra cosita allá, fueron haciendo piña, y pronto ejército –de Pancho Villa- al asalto de nuevo del sentido que pudiera tener mi existencia, las personas, las cosas que me rodeaban.

Tras una década de visitas esporádicas en los meses de mayo, llegó algo a lo que siempre me había opuesto e incluso había criticado: subir andando desde Bailén hasta el cerro el Cabezo: 40 km por caminos, carretera y trochas,  10 horas de camino casi ininterrumpidas -los cachas las hacían en 8- 
Se dio la circunstancia de que mi hermano debía cumplir con ello una promesa, y me decidí a acompañarle. En fin, para alguien como yo, acostumbrado a trabajar pero no a andar -nada en absoluto, iba en coche a comprar tabaco incluso a la esquina- fue un reto que no me paré ni a pensar. Y ocurrió que, llegando a la aldea de Zocueca -a 7 km de Bailén-, pensé en volverme porque no me sentía capaz.

Bueno, fui 5 años consecutivos, y no sólo por el grato placer, sino además por una serie de detalles que guardo para mí y que no llamaré jamás coincidencias.

Con esos detalles, añadidos al resto que atesoraba, mi fe ascendió al lugar del que nunca debió bajar -ni beata ni practicante-: la de alguien que la vive dentro, aunque a su forma y modo.

  
Últimamente voy siempre que puedo, poco, y por circunstancias personales.
La última vez en romería hará 20 años -creo- y hacía un día de perros. Noche cerrada de viento, frío y lluvia y mismo panorama  al amanecer, hasta -como ya he visto otras veces y no me sorprende, para nada- un rato antes de las doce, en que se abrió un claro en el cielo sólo en éste cerro, momento en que salió la Virgen en procesión, para volver a cerrarse en lluvia sobre las tres de la tarde, casi en el momento de su recogimiento       -tuvieron a última hora que correr-  y de nuevo sin un respiro. (Como nota curiosa de ese día: dejé a mi mujer y mi hija –tenía 5 años- con el coche con el contacto encendido y la calefacción puesta –incido en que hacía un día de perros- y fui a un puesto cercano a tomar un chocolate con churros. Bien, pues tuve que sujetar el vaso de plástico del chocolate con una mano, el papel de los churros con la otra –se lo llevaba el aire- y comerme los churros cogiéndolos con la boca del papel, jaja, todavía me río. Un show)  

Este año he vuelto a sentir el impulso de ir a la romería. Iré con mi hija si no surge ningún contratiempo. El tiempo anuncia lluvia y ante la frase ya cansina de: “déjalo para otro domingo, cualquier domingo de mayo”, contesto que no, y no sé explicar ni explicarme el porqué.
  

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