Al igual que hay, ha habido,
actores que no han dado nunca el perfil de malos malísimos, por ejemplo Cary Grant, y otros lo clavan como Christopher
Lee, eterno Drácula (Bela Lugosi, para mí, solo entrañable) hay personas que en
la vida llevan impresa la vitola de lo
que parecen ser.
Simplificando, y para decir lo
mismo, que el dedo crítico por lo aparente, les señala a vuela pluma. ¿Qué
ocurre? Pues que salvado ese tanto por ciento en que el dedo tiene más razón
que un santo, en el tanto por ciento restante habría que amputarlo por ser más
falso que judas.
Incluso el ojo que tiene fama de
sabio, desgraciadamente es demasiadas
veces de esas de echarse a dormir.
Dar el perfil de bueno, malo,
tierno, cabrón, prepotente, humilde, etc…no siempre hace modo –yo me he llevado
muchas sorpresas. Yo soy una caja (qué caja, un baúl) de sorpresas-.
Y habrá quién llegue a creerse lo
que parece, y se adapte a la imagen que ofrece, a fuerza de conformarse con lo
que hay. Desde luego es lo más fácil.
Para un serio, serlo no supone
esfuerzo alguno, aunque dentro luzca un mar de sonrisas, por ejemplo del tipo, para
mí y en actor, de Clint Eastwood, o de Chaplin, en la parte inversa.
Bueno…bueno…
¿Y a qué viene éste rollo, se
preguntarán, éste marear la perdiz, y que no dice nada que nadie no sepa?
¿Pero, bueno, aún no se han
enterado?
Ende luego…
Te refieres a las caretas.
ResponderEliminarLas apariencias precisamente por eso son engañosas porque la gente se las pone y se las quita.
También mostrarse tal y como uno es, puede parecer chocante y como es inusual, crea desconfianza.
Me refiero a la impresión preconcebida de que lo que está a la vista es lo que aflora del interior, y no, no, no siempre. Hay contrastes enormes entre la piel y el alma.
ResponderEliminarUn abrazo Marian