De un tiempo a esta parte tengo la costumbre de mirar en los obituarios las fechas de nacimiento.
Es un acto reflejo, como un reojo inocente, nada que me afecte, sí, no se rían.
La muerte es un cuadro que no miro porque en lo negro qué se puede ver. La muerte, la muerte..., qué es la muerte sino el final de lo que no acaba, debería confortarme pensar. No es así. Lo físico, lo palpable, lo que siento, es a lo que estoy acostumbrado, y qué sé yo de lo que nadie ha vuelto a contarme, al menos específicamente.
Estar vivos gusta, hablo por mí, a pesar de los pesares.
Uno se forja su mundo, sus cosas, y para eso no hay prisa alguna, todavía -sssch, ni luego-.
Lo que pasa es que esos muertos de cincuenta y tantos, más o menos conocidos, dan que pensar.
Pero solo pensar por pensar, ya digo.
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ResponderEliminarIngeniosa entrada.
ResponderEliminarHay mucho muerto caminando por el desierto jejeje No sólo de cincuenta y tantos. Yo los veo de todas las edades y de todos los colores.
Un abrazo
Y yo los noto, Marian, que el frío es el mismo, bueno, ya menos.
ResponderEliminarLa verdad es que es absurdo obviar a la muerte ya que está junto a nosotros a diario. Y porque somos parte de ella. ¿Qué es la vida?, es solo lo que deberían explicarnos.
Un abrazo físico