Me
conmueve trenzar estos versos
aunque
en mí no provoquen dolor
ni
mala compostura; no es mía
la
mano mezquina que asola
un
declive indigente con aires de triunfo.
La
mía tiembla al dibujar
en
estas palabras un rostro de extraño
sentido,
una actitud tan lesiva y tan firme
que
va cayendo como horas y horas muertas
en
el tiempo incontable de la ausencia.
Escribiría
sobre dioses que desde lo alto miren
qué
sucede, lo aborten y lo juzguen,
pero
mientras, sobre universos caprichosos y egoístas,
puentes
que acerquen por piedad las dos orillas,
sobre
sentimientos que, si nada dicen,
finjan
un gesto
y
den algunas monedas a un desesperado mendigo.
Me
conmueve volver a ver en los ojos
la
cruel espera,
la
muerte como derrota o liberación,
pero
yo solo puedo arrojar toda clase
de
palabras, a la conciencia dejo
el
tender la mano a la distancia,
al
corazón el ardor humano de la sangre.
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