juanitorisuelorente -

sábado, 12 de mayo de 2012

VERGÜENZA


De niño, joven, y hasta las puertas de la madurez he sido muy tímido; me daba todo mucha vergüenza.
Vergüenza de los de qué pensará la gente de mí, de los de salir a la pizarra en clase aunque supiera de sobra lo que el profe fuera a preguntarme, de los de vergüenza a acercarme a alguna chica que me gustara, qué digo vergüenza, mudo, y siempre con un baile de palabras perplejas, sobradas,  atadas a la lengua, de los de tener pocos amigos    -algunos buenos, que hoy perduran-, tal vez por estar en otra onda, y no en la de sus juegos o tropelías.

Un chico con un mundo poco habitado –no solitario- en constante erupción y creatividad.
Dicen, digo, que cosas de la edad, aunque me haya pasado tres pueblos.

¡Ay, vergüenza, vergüenza!, ¿pero qué es la vergüenza?, me pregunto hoy viendo tan lejos ese muro ajeno -que a modo de trasero en pompa me pidió a gritos y de una vez por todas darle una buena patada-, ese trabazón que me tuvo sumido en la impotencia externa, atado a nada.

De aquellas vergüenzas hoy no queda rastro. Salió afuera todo lo que dentro no tenía vergüenza alguna y con toda naturalidad tomó las riendas, diciendo, haciendo, lo que siempre para sí había dicho, hecho.
Vergüenza de sentir vergüenza y no de sentirse avergonzado es sólo una máscara mudable.
Si el tiempo reboza exteriores cuando el interior está hecho  no debería llamarse obra nueva lo que ha sido, es, una leve reforma, un din con el don.
Hoy, sí, quedan lo nervios. Ese nerviosismo intermitente que en todo humano aflora por los avatares leoninos, a veces críticos, del día a día. Pero que en mí no son, en absoluto, ¡ya era hora! sinónimo de vergüenza.
De aquella rigidez, apocamiento, que un buen día saltó en mil pedazos, tomó el testigo la soltura, las ganas de compartir, de mostrar al mundo la verdadera cara de mis huesos,  la desnudez de mi alma harta de vestir, y para nadie, de fiesta o de trapillo.
 “Este no es mi Juanito, me lo han cambiado”, va siendo una frase que el boca a boca repite menos sorprendida y en un círculo cada vez de menos diámetro.

Pero bueno…dejemos el agua pasada…,
                      ya sé que vergüenza tiene otro sentidos…y sólo de su sentido más tímido he querido dejarles un breve monólogo…,
                                                                  del otro, del amor propio, del sentimiento de  culpa, de su lado más crudo e indignante, incluso del de vergüenza ajena,  ya hablaré otro día. Espero acontecimientos para cortarme el pelo sin un trasquilón.
Pero esa será otra de mi misma historia. 

4 comentarios:

  1. ...hermoso relato JUAN es una constante que metieron al elevar la verguenza a rango de pecado capital...j.r.

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  2. La vitola de tímido algunos no la consideran una máscara, en según qué casos.La timidez enraizada sí es de por vida, y un serio problema.

    Un abrazo amigo Jose

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  3. La vergüenza es un estado de inseguridad que experimentamos todos alguna vez en muchos episodios de nuestras vidas, principalmente en la infancia y adolescencia, algunos la superan y otros conviven con ella todo el tiempo.

    Solo cuenta, agradarnos nosotros mismos tal como somos, no esperar agradar a los demás.

    Excelente entrada, Juanito!

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  4. La vergüenza que no echa raíces es solo una máscara, Diana. Sólo hay que quitarla y mostrar la que no hay detrás.

    Un abrazo

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