Chini vive en la calle. Siempre ha estado en la calle, salvo
de muy pequeña cuando vivió unos años con su madre en aquella casita tan mona,
recuerda aún salpicando al suelo alguna lágrima, de una sola planta, toda de
madera, tan blanca y rodeada de hierba, tan fresquita, y de flores.
Su madre murió y nadie quiso cargar con ella. De su padre no
sabe nada. Sería uno que pasó cuando a su madre le apretó la calentura. Como a
ella de vez en cuando le pasa aunque le duela por eso traer más desgraciados al
mundo.
Ahora está sola aunque tiene una amiga del alma, Xuxa, otra
que no tiene donde caerse muerta.
Duermen, eso sí, donde les place, siempre con el ojo avizor
por tanto hijodeputa que disfruta pateándoles las tripas, y no tienen otro
punto fijo en la mirada que el de intentar día a día sobrevivir.
A diario salen a buscar comida, a los lugares de siempre
aunque se la tiren a la cara, y cuando no hay suerte rebuscan en los
contenedores. Tienen olfato para eso. Luego buscan alguna sombra solitaria, y
descansan, y hablan, aunque tengan poco que decirse.
Tienen una tristeza infinita en los ojos, y desconfianza, y
rabia contenida por el continuo despertar a golpes, por el cada vez más lejano
sueño de encontrar algo de cariño.
No hay humanidad -comentan entre ellas a menudo- no se
quieren ni ellos, ya no dan ni lo que tiran.
Cuanta verdad contiene tu texto querido y admirado poeta. Si no hay amor ni respeto entre nosotr@s como podemos pretender que se ame y respete a los animales.Que particularmente pienso que nosotr@s somos los animales y no ellos, pues cuanto deberíamos de aprender de la aptitud y sentimientos de ellos.
ResponderEliminarMuchos besinos de esta amiga que te desea feliz fin de semana.
Es cierto Julia, que si no nos respetamos entre nosotros qué respeto podemos ofrecer a un animal. Cuando ellos no cambian, si reciben cariño eso es lo que ofrecen.
ResponderEliminarUn besito andalúz, hoy, ya lunes