Suena el teléfono en la mesita
del salón.
La abuela, que lleva toda la
tarde mirándolo desde una habitación contigua, da un respingo del sillón.
Manolo, su yerno, bajando las
escaleras apaga el móvil y descuelga el auricular. Y dice sin escuchar a nadie
la frase de otras veces:
-
Ah, sí, ¿tu madre?, ya se pone
Manolo deja el auricular sobre la
mesita y se dirige al dormitorio donde la abuela le mira con ojos muy abiertos
y una sonrisa de oreja a oreja.
-
Abuela, vamos, te llama tu hijo
-
¿Mi hijo? –exclama incrédula, aunque esperaba la llamada
que su hija le había asegurado que se produciría ésta tarde
Manolo la sienta. Sus manos
tiemblan al acercarlo al oído.
-
¡Hijo mío, ay, hijo mío! ¿cómo estás? ¡ay, cuanto
tiempo sin verte…ya no podía más…!
-
Ya sabes que no puedo ir, mamá. Estoy en Barcelona con
toda la familia…ganando mucho dinero…
Manolo la deja y sube al piso de
arriba.
Las risas de la abuela, los besos al teléfono, su desbordante alegría
retumban por toda la casa.
Manolo entra con sigilo al
dormitorio.
Allí, Adelina, con un pañuelo en
la boca imita como puede la voz de su hermano.
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