Alguien habla. Otro contesta. Hay
una conversación animada.
Yo digo sí o no, sonrío, sin
escuchar prácticamente a nadie.
Tú, creo, haces lo mismo.
Miro a uno u otro lado, a ti, a
tus ojos. A veces coinciden. Instantes, fracciones de segundo en los que se hacen
preguntas, muestran interés, algún, aún, imperceptible deseo, y de pronto se
posan sin ningún rubor para confiarse algún secreto.
Me gustas. Lo sabes. Lo saben tus
ojos. También
el resto de tu cuerpo. Que se estremece. Tu cuerpo, tú, que está
entre todos y solo conmigo, hablando a solas, intentando conocernos. Es un
idioma de signos, sin pasado alguno. Que desvela significados a cada gesto. Yo
no te necesito, te digo. Lo sabes. Ni tú a mí. Lo sé.
Pero necesitamos. Necesitamos necesitarnos.
Sentir que es cierta esta mentira. Por eso empezamos a mirarnos a tenernos. A pensar
que significa el habernos tenido, el habernos poseído, una y cien veces, hasta
que al ser algo habitual no nos traicione el ansia. Creer que es, ha sido, lo
que no es, no ha sido, y con toda seguridad no será nunca. Penetramos,
entonces, en nuestros ojos y se unen apasionados, hablan como viejos
enamorados, como jóvenes fogosos, al fin y sin remedio, hechizados.
Uf. Hechizo del que con toda
naturalidad hemos de salir con disimulo, al mundo real, para saludarnos con un
leve apretón de manos (shhh…me triplicas
la edad, pero no me importa, alcanzo aún a susurrarle)
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Juanito, ésta es mi mujer, Laura
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Encantado, señora, un placer conocerla
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Es el hijo de los López –le aclara D. Cosme a su mujer-
un encanto de crío
Estimado camarada Juan:
ResponderEliminarAsí como tu fogoso relato va uno por el mundo enamorándose de la que no puedo por cuestiones propias de la edad y del decoro, creo yo. No hay que perder la ilusión: pasa por nosotros el tiempo, más nuestro espíritu es siempre de quince años, de ahí ese desacuerdo entre cuerpo y él.
Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,
Frank Ruffino
A mí, desde niño me gusta mirar a la gente a los ojos, en ellos hallo lo que busco o no de cualquier persona, y claro en algunas es contraproducente ya que puede parecer que abrigas otras intenciones. Pero no quita que enamoradizo siempre he sido, a veces y de nada, hasta las cachas jeje.
ResponderEliminarUn abrazo amigo Frank