juanitorisuelorente -

domingo, 20 de mayo de 2012

BASURA


Nadie pone en duda que en cultura –cuestiono sólo cine, t.v. y literatura- lo que prima hoy es el negocio en detrimento de la calidad.
Lo que no es rentable, no tiene audiencia, no vende, simplemente no interesa.
Lógico para quienes exponen su dinero. Pero no tan lógico para un público cada vez menos exigente, ya que él y solo él marca las reglas, escribe el guión de ésta película, programa o libro de la serie B, y que no va a dejar huella alguna, si acaso
en la nada más absoluta, en el más espantoso de los ridículos.
La tentación se impone a la devoción. El peso de la supervivencia aplasta, y de qué modo, a la originalidad, a la búsqueda de lo singular, al sueño de que una idea nazca, emerja con personalidad, con ganas y modo de ser.
Así, directores, actores, escritores de buen, o muy buen nivel se apuntan a la corriente del resto, a esa moda del momento, a esa calidad ínfima que llena cines, incrementa shares o vende libros, que llenan, sí, bolsillos, pero que provocan una vergüenza ajena infinita.
Un mundo consumista, con prisas, sin tiempo ni ganas de activar su cerebro  para apreciar: “Melancolía”, de Triers, “La noche temática” de la 2, o  “2666” de Roberto Bolaño, por ejemplo, y sí  “American Pie”, partes 1, 2, 3 o 4,  “Con el culo al aire”, o cualquier novela –patochada- de Moccia, también como ejemplo.

La calidad construye la mente fase a fase, desde el cimiento a la cubierta, la personaliza, y lo más importante: imprime su sello, lo instala en el recuerdo, lo deja como modelo, camino a seguir por nuevos y empecinados autores en esa máxima, siempre,  de afán de superación, y al tiempo la de crear escuela.

En cambio la basura a que poco a poco va derivando ésta cultura nos conduce al estercolero, al pudridero de la creatividad, y siempre en pos del lucro, del Mercedes en la puerta, del apartamento en la playa o el chalet en la sierra. Salvadas las mínimas y honrosas excepciones, por supuesto.
Basura que encumbra la publicidad, que a modo de estribillo fácil, a modo de música pegadiza,  mece, va sumiendo poco a poco, sin sentir,  en el automatismo de mirar por sus propios ojos, hablar por su propia boca.
Es así, y lo saben.
Un simple flautista y como ratas le siguen y van cayendo una a una donde todas.
Porque no es fácil disentir.
Pero sí sano, y gratificante, incluso hace libre.

Imponerse no es el sentirse más o menos listo o empollón sino un avance imaginativo, un canalizar apetencias, un segregar tendencias de lo sistemático, y disfrutar sus inmensos, inimaginables, matices, o sea, el despertar interior, el despertar personal a lo que cada uno considere  trascendente.

Tan simple como opinar, decir: ¡Oiga usted, veo esto o no, me gusta esto o no, leo esto o no, porque me da la gana, y solo porque lo digo yo!   

4 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo. Es patético ver cómo bodrios literarios, cinematográficos, pictóricos, musicales, etc., etc, etc., son promocionados, ensalzados, comentados, aplaudidos..., hasta llegar a adquirir una excelencia que distan mucho de tener.
    Un abrazo, apreciado amigo, que tengas un lindo comienzo de semana.

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  2. Cuánta razón tienes Juan, la cultura hoy por hoy vale muy poco, entendiendo que el precio del producto lo pone el demandante, y cada vez hay menos demanda...¿?
    Un abrazo

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  3. De vergüenza ajena, Mª José. Y ya ves que llenan cines, la audiencia es descomunal, y siguen semana tras semana líderes de ventas. Patético.

    Un abrazo. Buena semana

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  4. La cultura va con la demanda, y eso es lo malo, Pepi, es más cómodo lo que se digiere fácil, lo que cada vez sirve más y más sólo para pasar el rato.

    Un abrazo

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