Estamos
solos. La gente no tiene
rostro.
Debemos pasar por un lugar
donde
el mundo se estrecha. Y por
un
momento respirar sin memoria.
Siendo
prisioneros de este otro único instante.
Lo
sé. Caminas hacia mí con la imagen
transparente
de abrigarte en mis brazos,
como
en los sueños no nacidos, las barreras
que
saltan, así, sin esfuerzo los irrefrenables
deseos.
Te acercas. De nuevo anochecemos.
Nuestro
roce tiene el calor de las miradas.
Nuestra
huida la certidumbre que vuelve
a
arrastrar sus alas. A uno y otro
nos
despierta el murmullo. La luz del día.
La
vida vuelve a ser lo que tenemos.
Bonito texto, Juan. Abrazos.
ResponderEliminarGracias Marcos, me alegra que te guste, un abrazo
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