Tiene tu boca la
mala impresión del agua turbia,
el discurso suave
pero constante de no dejar títere con cabeza.
De labios para
adentro está el mundo de lo sacro,
el silencio como
norma pase lo que pase.
A la luz, y en
compañía de los ojos, patrullan
el Bronx de toda
vida, desnudan lo siniestro,
aplastan como
rodillo la masa sin tiempo
ni razón a
explicarse.
En tu boca tu
lengua goza, serpentea a carne mordida,
segrega sin orden
palabras desgajadas, desata
nudos de cuerdas
sin nudos.
Tiene tu boca fiel
sonrisa ante el espejo -grito
de guerra que
conocen de sobra quienes aguzan el oído-,
y pronto el ir y
venir de la ciénaga,
el tono justo de
explicar como arde el mundo,
y tan gozosa.
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