juanitorisuelorente -

viernes, 3 de agosto de 2012

LA ABUELA


La abuela ha vuelto a sentarse en un sillón de la cocina a las cinco de la mañana. Son las siete y aún deberá esperar hasta las ocho u ocho y media para que su hija baje a asearla, vestirla y prepararle el desayuno como todas las mañanas desde hace, asiente con resignación, demasiado tiempo.
La abuela a las diez de la noche ya está acostada y a las cinco abre los ojos como un reloj. Espera unos minutos y toma rumbo al sillón de la cocina casi a oscuras. Son pasos medidos. No hay estorbos. Tan solo pasa rozando el primer peldaño de la escalera al piso de arriba donde duermen su hija, su yerno y su nieta. Sus pies y sus manos, su única familia, piensa a menudo con rabia en los ojos.
Hoy vuelve a vivir los gemidos de la noche, su lenta agonía hasta que la luz se erija reina de nuevo de las mismas cosas. Momentos en los que pensar y pensar, y no
pensar.
La abuela vive en un paraíso un silencioso infierno. No tiene la vida que quiere, no tiene al lado a quién quiere. Lleva años sin ver a su hijo, a sus nietos. La verdadera razón de su existencia. Y vuelve a preguntarse qué les ha hecho. Les dio todo lo que pudo, también a escondidas. Todo el cariño del mundo y ni una visita, ni una llamada de teléfono desde hace años. Hubo un tiempo en que quiso morirse, y hoy sabe con firmeza lo que quiere: vivir, vivir, vivir para volver a verles.
Se siente culpable de muchas cosas que nunca ha podido contar a nadie. Renegó de su hija. Su interior la trató a patadas. Su lengua también. La tenía siempre sin pedírselo y nunca a quién realmente necesitaba.
La abuela dibuja cada mañana la silueta cada vez más difusa de su hijo y las casi imposibles de sus nietos, y las besa y abraza entre rezos mudos. Y les imagina dirigiéndose a ella con frases de cariño.
Empieza a amanecer y sus recuerdos huyen con las sombras hasta que desaparecen. Se enfrenta a un nuevo día. A otro día como todos los días. Su hija bajará y la sonreirá o gritará si ha vuelto a quitarse el pañal y dejado un reguero de orines y heces. Hoy no recuerda si lo tiene puesto o no. Hay cosas para las que no tiene memoria. Tal vez sea este otro día en el que no ocurra nada. Transcurra sin hacer sufrir a los demás, a los que sufren su frialdad y malos gestos. No le sale del corazón otra cosa. Es su hija, sí, su yerno, su nieta, y los quiere, pero no es un cariño comparable. Para nada.
El cariño es muy puñetero, reconoce sin ningún atisbo de arrepentimiento. 

3 comentarios:

  1. Tu entrada de hoy, es la realidad de muchos ancianitos, a quienes poco a poco se les va dejando en el olvido, porque siempre hay tiempo para todo menos para ellos. Tal vez porque se les considera un estorbo, o una carga y es más cómodo ignorarlos que brindarles un poco de cariño y atención...
    Pero la vida da muchas vueltas, y es ahí cuando más los recordaremos, aunque tal vez sea ya un poco tarde.

    Besitos y abrazos alados, Juanito!!!

    Feliz Finde.

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  2. Hola Diana. Estos ancianitos como los llamas te digo que son un mal ejemplo para otros ancianitos que no tienen su suerte, ya que teniendo ayuda y cariño, viven con la mente lejos, ansiando una vida imposible, que no van a lograr nunca, y de paso haciendo sufrir. Un abrazo. Feliz domingo

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    1. Y bueno, es verdad que no todos corren la misma suerte, pero no por ello son mal ejemplo, dudo mucho que sea su voluntad vivir en el olvido.
      Quien no vive con la mente en aquellos que más se quiere? aunque no se lo merezcan, siempre será así.

      Mi abuelita materna tuvo doce hijos, de los cuales solo dos se hicieron cargo de ella con esmero, paciencia y cariño cuando cayó enferma y ya no podía valerse por si sola; pero ella, hasta sus últimos días siempre estuvo pendiente de los demás hijos aunque ellos no tanto.

      Besitos de mariposa, Juanito.

      Linda semana!!!

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