Sospecho
que vuestro amor dispersándose
tuvo
excesos de fugacidad.
Hubo
de atravesar vulnerable la guarida
que
almacenaba dudas y tachaduras.
No
es posible que un sol fugaz desmantele
una
cotidiana veracidad, que emerja liberada
a
un resplandor clarividente. Habría
heridas
impalpables, se desangraría íntima
la
impotencia, sanaría recluida la confianza.
Las
grietas son llamadas de socorro,
aunque
cubiertas enmudezcan.
Y
ahora no os vale dar a cambio.
Elevar los brazos caídos.
Aquel
retroceso de obstinada supervivencia
fue
sustento para cada uno.
Y
por si fuera poco hasta la culpa
os
separa, sospecha y tan claro
lo
evidente.
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