No digas nada,
solo malgastarías tu existencia.
Pretendes restaurar el orden
que nos embriaga,
dulce como un pecado,
que nos hace crecer entre suelos
con vidrios rotos.
Nena, nada sobrevive aferrado al pasado.
Lo que buscas sirve como anestesia a un cuerpo sano,
de placer decente, concebido,
un rescoldo, sé, que todavía anidan tus huesos.
Cállate mejor,
no digas nada,
no desveles tu inocencia.
En las afueras de la ciudad luce ésta noche
ese clima de inquietud
que logra que el momento sea
una orografía inhóspita.
Déjate, si quieres, engañar por ese temblor efímero,
granuloso,
del desconcierto.
Los dieciocho son una edad proclive
a la curiosidad,
una mezcla de fascinación y hastío,
una forma de osadía.
Lo otro es una vida ya vivida,
un pasado ingrato, dependiente,
un reducto blando que celaba tu desnudez.
Por eso calla,
adhiérete a la duda.
El pudor de tus manos
será una presencia ajena.
Tu mente ebria de su destino,
tu mirada en la penumbra del horizonte,
así te imagino, con una mueca de triunfo
en tus labios,
anegada de ardor y luna.
Sal, nena, de tu
exilio interior,
que rompa el iris tu mirada ciega,
tritura el pasado
y que caiga como arena
por los intersticios de tus dedos,
que quede inservible difuminado por la distancia.
Y no digas nada,
no hace falta,
préstame ahora solo una mirada neutra, sin matices.
¡Qué gran poema, Juan! Grande en todo el sentido de la palabra. Me ha gustado, cómo el llamas "nena" a la protagonista y esos versos fianles, esa arena en los intersticios de sus dedos, esa mirada neutra. Es magnífico. Enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Marcos, lleva escrito unos años y lo he mostrado poco, al igual que otros que estoy recuperando. Fue en una etapa de solo escribir, escribir, y archivar. Pero bueno, ahí están, y ya os los iré mostrando. Un abrazo
ResponderEliminarNo digo nada, solo te miro y admiro.
ResponderEliminarSin palabras!
Besos Juanito.