Es lo que había estado buscando, el hecho y no
precisamente la persona, el fondo ni la forma. Sus sueños, sus pensamientos
lúdicos iban claramente en otra dirección pero qué remedio. Las situaciones son
las que son, las personas las que está en ellas y el hecho era tirarse a
alguien. Su cándida y abundosa jovencita era una solterona setentona, al menos,
la cama mullida del dormitorio luminoso
era un trastero desordenado y polvoriento,
la conversación que llevó poco a poco, sin ninguna prisa, a la sangre a
comprimirse para estallar en una fiesta con fuegos artificiales, un polvo
silencioso, insulso y atropellado.
Serafín tenía apalancada a Pilar,
presionadas sus carnes, y le arrancaba comedidos espasmos y desbordantes
sudores.
Pilar le besaba por donde alcanzaba
su boca velluda y él solo quería soltarse y salir de allí cagando leches. Pero
siguió resignado a su suerte. Había abierto la caja de los truenos, abierto de
par en par la puerta de la celda de aquella tardía leona en celo que no estaba
dispuesta a dejar escapar un regalo caído del cielo.
La penetraba ahora sin presión y
agarraba aquellos generosos pechos planchados por la vida mirando su cara feliz
y agradecida. No era mala mujer y eso le consolaba, es posible que aún fuera
virgen de hombre – eso le dijo ella con orgullo - , que no de cualquier objeto
romo y prominente, estaba seguro, también, vistas algunas fotos playeras, le
confortaba algo que estaba haciendo el amor a una mujer que en sus buenos
tiempos tuvo un pecho amplio y turgente, unas piernas preciosas, una cara del
montón.
Serafín mantenía el tipo con un
esfuerzo mental donde concentraba el deseo logrado de acostarse con alguien que
no fuera su mujer, difuminado por la leve repulsa que le producía el pensar que
podría ser su madre, o su abuela, el miedo
a que alguien entrara a aquel
comercio de telas y oír los jadeos de Pilar que llegaba al orgasmo con tiempo
sobrado, algo era algo para su hombría cuestionada por él mismo, un orgasmo
ostentoso, desgarrador, sobrepasando los límites de la tontería, pensaba
Serafín frenando su mini éxtasis con dos o tres respiraciones cortas.
Pilar se levantó cuando él empezaba
a vestirse y cubrió su desnudez bajando la bata negra plegada a su cuello,
caminó con sigilo y entreabrió la puerta
de la tienda, después se acercó a abrazarle por la espalda.
-
No te vayas..., espera...
-
Es tarde, Pilar, yo...
Pilar le empujó sobre las cajas y
volvió a subirse la bata. Serafín izó la mirada por su piel ondosa, sus pechos
abanico, zigzagueó por los surcos de su cara,
dio un par de vueltas en la noria de sus ojos, antes de murmurar: “Tierra
trágame”.
Pilar frenó un instante su
pre-éxtasis y dijo al tiempo que hincaba la rodilla en tierra con la agilidad
de una veinteañera:
-
¿Sabes que hoy es mi cumpleaños… y que no he soplado la
vela?
Serafín sopló primero, y cerró los
ojos. Pronto los abrió, comenzó a abrirlos y a cerrarlos, a dejarlos muy
abiertos, y a relajarse… relajarse… a pensar sin pensar: “Igual para un
roto que para un descosido”.
¡Ja,ja,ja! Muy bueno, Juan. Serafín ha comprobado el dicho "Gallina vieja, hace buen caldo".
ResponderEliminarQue pases un feliz día. Un abrazo
...sí, y lo de tómalo que menos es ná, jeje.
ResponderEliminarLo saben hasta los niños, como ese del chiste que se estaba meando y le iba a sacar la pilila su madre cuando le dijo llorando: Tú no, que me la saque la abuelita.
Bueno Juan, un abrazo, ya de agosto
- Muy bueno y eróticamente imaginable. Serafín dio la talla porque con 60 años no debía ser muy vieja. En fin...
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