En la cima del verano las casas
arden despacio.
Fuera navegan desnudos los días
vacíos,
y en su olvido dibujan calles y
aventura.
Busca la carne derramada detrás
de los cristales
el mes de octubre. Mientras que,
los ojos rojos del mundo, el
disfraz
que no refleja el espejo, la
lentitud de cada
medio día, el silencio de los que
se construyen,
bien pensado el pensamiento que
sabe y mucho
de años y nombres,
no les envidian, ni su
adolescencia.
Arde el pueblo vacío, también la
fe encendida
de lo necesario.
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