Doblada
en el bolsillo de la camisa,
junto
a su pecho, llevaba la carta.
Viajó
sudoroso,
al
fulgor de sus palabras,
durante
toda la noche,
sesgando
el monte,
alejado
de caminos,
de
cortijos
y
pueblos.
Conocía
las veredas
de
las noches de caza
pero
hoy era otro el motivo
que
oprimía su pecho
y le
ahogaba.
Su
mirada había atravesado los cerros
más
rápido que sus piernas;
pero
siempre alerta,
diluyéndose,
a cualquier ruido
entre
las sombras
como
un criminal o una alimaña.
Nadie
debía verle.
Caminó
sin descanso
hasta
llegar al remanso del río,
al
cortijo amurallado
de
eucaliptos,
a la
caseta al fondo del barranco.
Dentro
de ella, como otras veces,
el
desorden,
cientos
de cachivaches inservibles,
oxidados,
la manta,
el
rincón suficiente,
luego
la
eterna espera hasta el alba,
la
llegada sigilosa de ella,
poco
después de oír rugir los tractores
hacia
las tierras del llano.
Hola, Juanito
ResponderEliminar"Un lugar lleno de cachivaches inservibles"; ciertamente un sitio poco romántico para un encuentro amoroso :)
Deseo que pases un maravilloso fin de semana
El ansia nubla todo lo que le rodea, Rud, el lugar creo que es lo de menos. Muchas gracias...un beso
EliminarHoy estoy por aquí, y puedo comentar sin que me digan de que manera quiero hacerlo y luego me líen.
ResponderEliminarEl lugar no será lo más romántico del mundo pero la historia es muy bonita, el amor escondido es el que sube la adrenalina.
Un beso
Hola Neus...lo que importa es el hecho que se produce y que ambos desean...un hotel de 5 estrellas, o una caseta abandonada, para efectos igual...gracias por pasar por aquí, la verdad es que con el facebook, tengo el blog algo dejadillo, pero bueno...un beso
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