juanitorisuelorente -

miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿Y QUÉ PODEMOS HACER?


Amo a mi ciudad. He excavado en sus cimientos, he moldeado en el aire nuevas edificaciones, le he ofrecido y ha acogido con calor de madre mis más de cincuenta años de vida.
Así que, perdonen, me resisto a mostrarme indiferente, me resisto acompañarla solo en su dolor sin hacer algo por remediarlo. Aunque el remedio, sé, no está en mi mano ni tal vez en la mano de nadie ajeno al poder, a la política.
Nosotros, el pueblo, somos la voz neutra, voz que no en su forma pero sí en su fondo es apolítica, forma que
solo conlleva el enfrentamiento vano e intrascendente. Voz de nuevo de criticar y quejarse, de unirse si cabe cuando algo clame al cielo. Una voz neutra ininteligible entre tantos murmullos. Una voz que ha perdido el único derecho a lo que siempre ha estado debida: el trabajo. Una voz que, en su fondo, no sabe qué decir, ni a quién. Que espera soluciones y cada vez más impaciente.
Una ciudad incapaz de dar trabajo a sus hijos está en una vía muerta, una ciudad incapaz de proteger a los que siguen trabajando, soportando el peso de los demás, se haya además en un estado de hibernación.
¿Pero qué ha pasado?
Huelga responder a eso, todos lo sabemos, una crisis paralela a la verdadera crisis, consecuencia de ir por un camino festivo y equivocado, al que es imposible regresar y absurdo el citar culpables o arrepentirse.
Ahora solo nos vale ahondar en un futuro que no hay, en soluciones que no están ni siquiera a la vista, en pedir a quienes nos gobiernan más compromiso social y menos partidista, más dialogante, que piensen algo más en nosotros y menos en ellos.
A mí me duele en el alma decir que aquí se huele la ruina, se palpa la desolación, la incapacidad de reaccionar, y lo que es peor amparado desde la más inquietante apatía y desunión, desde el desabrigo más inexplicable.
Duele decirlo pero aquí va cada uno a lo suyo aunque lo suyo sea nada. Seguimos cayendo uno a uno, uno tras otro, con sometida resignación, abrigados al dicho: mal de muchos consuelo de tontos. Porque así nos consolamos: así está la cosa, qué le vamos a hacer, antes me pasó a mí...
Una pena, una vergüenza haber llegado a esto, y no solo a la ruina general sino a la aceptación como algo natural de la propia ruina.
¿Y qué podemos hacer?
Yo no lo sé, me gustaría saberlo, y al menos cuelgo la pregunta en el aire por si alguien decide responder...

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