Yo miro a la vida
de frente. Y me gusta la incertidumbre. Evidentemente primero la
seguridad, ya que es el mejor modo de partir hacia algo, pero sin
olvidar nunca esas gotas de incertidumbre, esa magia, o no, que
endulza la rutina.
También miro
hacia atrás. Allí está todo lo que no puede evitarse, el
escaparate al que quitarle de vez en cuando el polvo sin cambiar una
sola palabra de sitio, y también, claro, lo que sigue coleando,
llamando la atención para que no vuelva a repetirse.
De los errores se
aprende aunque algunos -demasiados- ya no puedan solucionarse. Nadie
es perfecto, esa es la base del ser humano, también el asumirlo pero
con la predisposición siempre de intentar al menos remediarlo.
Toda vida que se
precie ha de vivir el tiempo en todas sus facetas, plenamente. Vivir
el presente pensando en el futuro sin olvidar el pasado. Desde lo que
somos a lo que seremos en lo que hemos sido.
Porque todo es
irrenunciable.
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