Vengo
de nacer a diario
a
creerme viejo.
No
se deshace su cuerpo de nieve.
Está
muriendo frente al dolor y el miedo,
y
no desisto, aunque no volverá a ser niño,
es
imposible.
Vengo
del agua, de su hambre
insensata,
a ser orilla;
de
su imperio, a buscar
cobijo
por las esquinas.
El
tiempo esconde la mano.
Ya
no es un libro sin nombre,
espacio
sin fantasmas, se aleja
de
primera línea su fe hacia la nada.
Y
soy un precoz ausente,
ocupo
un pupitre par aprender mañanas.
El aprendizaje es infinito, la vida queda muy corta ante él.
ResponderEliminarReflexivo poema, Juanito.
Besitos multicolores.
Siempre estamos aprendiendo a aprender. Un beso Diana
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