Tan voraz, y tan grata,
falleció mi infancia.
Su cadáver corrompido
es apenas un recuerdo insomne.
Llegó la adolescencia
como tropa belicosa
un segundo antes de su enterramiento.
Tan pertinaz, y tan soterrada,
calló mi adolescencia.
Un síntoma osado de madurez
agotó su repertorio;
eso y la mano activa de una mujer.
Tan contundente, y tan nostálgica,
sobrevive mi madurez,
activa como un alud de sangre,
tranquila como un gato que reposa,
triste como un ramo de flores mustias;
eso, y tu alegría.
Qué bonita forma (y digo forma) de pasar por toda una vida. Ahora sólo nos queda esperar la visita (ojalá serena) de la muerte.
ResponderEliminarUn abrazo Juan.
Hola Juan, siempre es grato pasar a leerte.
ResponderEliminarque tengas una buena semana.
un abrazo.
Un vuelo rasante, Elena, sin nostalgia alguna. Lo hecho queda para bien o para mal, y para lo que nos quede aquí estamos. Un abrazo
ResponderEliminarHola Ricardo, gracias por venir. Perdona si te tengo un poco olvidado. Buena semana para ti también, ya septiembre. Un abrazo
ResponderEliminar