Hasta
ayer mismo -va a hacer un año-
subía
y bajaba hacinado de manos
a través de día.
Hasta
el mismo pasado instante
en
que salí del bosque
a
esta calle vacía de movimiento
vuelvo
la cabeza
hacia
mi cuerpo ocupado,
hacia su entorno caliente.
El
aire me empuja a contar las horas,
y
entre mentiras pasan los minutos,
miro a lo lejos los años.
Nunca
he odiado la luz,
el sol es testigo,
pero
en mi adentro veo con más claridad
el
mirar hacia adelante.
Fuera,
de momento, solo está la dirección
de tiempos pasados, lugares
donde
aún construye mi cabeza.
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