Persigues
mis pasos tardíos.
Te
traiciona la carne.
Que
yo sueñe ceder a un sueño nada dice
de
abandonarse a tu alma deshabitada,
nada
de doblegarse a la oscura, por falsa, inocencia.
Duerme
despierta la luz complaciente
y
yo no la llamo esperanza.
De
palabras siembras la distancia,
erial
de silencios entusiastas,
de
distintas miradas entregadas al amor,
y
yo me pierdo ante el nuevo desorden.
Nuestros
secretos surgieron de nuestra flaqueza,
de
poner freno a la facilidad
con
que nuestras puertas se abren.
Nos
encontramos ante verdades que se niegan,
ante
deseos, ahora, que avanzan divididos.
Es
así:
Nuestros
ojos continúan entrelazados
y
la realidad no sería nada sin nosotros.
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