Encienden las
luces. Nace el murmullo. Las risas. Algunos se levantan y miran hacia
atrás. Comen pipas o mascan chicles. Se acrecienta el ruido molesto
de las bolsas de plástico al hurgar en ellas. Ramiro queda inmóvil.
No le apetece tomar nada y menos levantarse. El argumento está
trillado. Aun así regresa a él, recorre la última escena
pensativo:
“El
asesino detiene el coche en la cuneta. En la soledad nocturna de una
larga recta varias veces recorrida. Entonces rompe a llorar....”
Las imágenes se
difuminan y su mente atrae las que ahora le atormentan:
“Estaban viendo
la tele. Se levantó con una excusa. Las dos veces anteriores no
había sido capaz. Tenía la media en el bolsillo. Afianzó sus
puntas con ambas manos. La tensó. Estaba detrás de ella. A dos
pasos. A duras penas logró frenar ya el impulso manifiesto de
matarla....”
¿Qué he hecho?
La pregunta se
entremezcla con la imagen del golpe seco de la puerta al cerrarse.
“Estaba afuera.
En la calle. Miró a ambos lados y no vio a nadie. Entonces rastreó
unos segundos las voces conocidas en las ventanas abiertas y las
luces encendidas. Palpó en el bolsillo las llaves del coche y
respiró aliviado...”
“Llegaba tarde al cine, pero es
su lema. Tres, cinco minutos, en que volvía a elegir su
sitio en la oscuridad casi
absoluta, repitiendo esos sonidos habituales pero que
molestan a la gente…el
crepitar de las chinas, el crujido al sentarse de las sillas
metálicas, el adaptar la mirada
entre los cuerpos de delante…y al tiempo empezando
a captar las primeras imágenes:
una pareja acabando de hacer el amor -vuelve a
lamentarse-, una persiana algo
levantada, un hombre en la calle mirando fijamente la
ventana…”
Ramiro continúa
mirando con fijeza la pantalla. Está dentro de ella. Y vuelve a
proyectar la última bronca con Teresa, un rato antes de venir aquí.
Estaba harto. Cansado. Algo no funcionaba. No tenía solución. Había
bebido. Había estado aquí ayer. Ésta película le hizo pensar. Hoy
ha vuelto. No sabe bien ya para qué. Escurre alguna lágrima. Llora
al fin con disimulo. Apagan las luces. La gente se acomoda. El
asesino en este momento continúa llorando.
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