Hace un día espléndido.
La paella reposa, y
alrededor de la mesa de piedra, bajo una encina centenaria, las
cuatro parejas, amigos de muchos años, comparten latas de cerveza y
bolsas de patatas fritas.
El vacío en sus miradas
vuelve a caer como una losa
en otro insufrible y prolongado silencio.
De nuevo, latentes, en una
mano la rosa, y en la otra la daga...dirigidas a quién nadie
imagina.
Cada uno, lo que tiene, lo
que desea, lo que sufre, sigue sin poder compartirlo con nadie.
El silencio se prolonga, es
denso, insufrible...
Yo les miro uno a uno...sé
qué les ocurre...
Juan, el marido de María,
ama a Josefa, mujer de Luis, pero se acostó con Sofía, mujer de
Lucas, sin saber que Josefa está loca por Lucas aunque se acueste
con Pepe, el marido de Mariana, ignorando además que es Mariana la
que bebe los vientos por él aunque ésta se haya acostado con Lucas;
Lucas que, precisamente, está perdidamente enamorado de su María,
su María que se derrite por Pepe pero se acuesta con Luis, y Luis
que ama como un colegial a Mariana no sabe que por él se derrite
Sofía, y Sofía por Luis aunque cayese sin poder explicarlo en los
brazos de Juan...
¡Uf...creo que lo he dicho
bien, y sin tomar aire...en fin...por cierto, yo soy el cocinero...y
el que cocina esto...
Bueno, doy unas palmadas y
les saco del lapsus.
- ¡¡La paella está
lista...!!
Todos esconden las
rosas...envainan las dagas...
Se reparten sonrientes las
cucharas...
Esos son entretejidos mayores...
ResponderEliminarTan enrevesados como la vida misma y sumergidos en la misma hipocresía.
Muy buena la paella y lo cocinado a su alrededor.
Besos.
Hola Marinel, las relaciones humanas cada vez más confusas y embarazosas...hacemos lo que no queremos...hacemos lo que sabemos...gracias, un beso
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